¿Qué tan ingenuos e idiotas somos los colombianos?

 


El Bazar de los Idiotas

 

Con la venia de su autor, Gustavo Álvarez Gardeazabal, he tomado el nombre de su novela, en esta columna. La obra cuenta de dos hermanos Ramón Lucio y Bartolomé, los ilustres idiotas, quienes mostraban con su dialéctica la ingenuidad del pueblo natal de su autor, Tuluá.

 

Es lo que hemos presenciado desde que el presidente Petro designó su ministra de Minas y Energía, Irene Vélez. Desde el comienzo de su nombramiento, ha propuesto nacional e internacionalmente su bandera de transición energética alejándose de hidrocarburos y hacia energías limpias. Discurso para engañar idiotas.

 

En sus alocuciones, ha cuestionado la dependencia colombiana al consumo de combustible fósiles e insistió en la imperativa necesidad de buscar el mítico lugar medioambiental de cero emisiones del planeta, citando a Colombia como país pionero hacia esa meta. 

 

Su discurso se vio opacado por la estadística global. Colombia emite 77 millones de toneladas de CO2 al año y ocupa, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el puesto 47 en el mundo. Los cuatro principales emisores son China con 12,5 mil millones, Estados Unidos con 4, 7 mil millones, India con 2,6 mil millones y Rusia con 1,9 mil millones. En América Latina Brasil es el primer contaminante con 489 millones, seguido de México con 418, Argentina 189, Venezuela 104 y Chile con 85 millones de toneladas.

 

Suspender la exploración y explotación de hidrocarburos colombianos, como lo ha planteado hasta la saciedad la ministra, fundamentada en argumentos medioambientales, es un suicidio económico. Quedaría la nación, sin los recursos de exportación de casi el 50% de sus divisas, de paso destruyendo la plataforma de política de estado que han alimentado los programas sociales. Sería imposible pagar la deuda colombiana financiada con empréstitos y bonos a largo plazo. A corto plazo sería el cataclismo de la primera empresa estatal, Ecopetrol y empresas asociadas al sector.

 

Los efectos de sus declaraciones, respaldadas por el silencio del presidente, han impactado los mercados bursátiles, con caídas estrepitosas de la cotización de la acción de Ecopetrol, pese a su excelente desempeño financiero, el más importante en su historia, y por otro lado la divisa nacional disparada. 

 

Si bien el Congreso ha intentado poner freno a sus especulativas y fortuitas declaraciones a través de actos legislativos de “moción de censura”, no ha progresado el tema, por razones burocráticas, me atrevo a imaginar.

 

Por otro lado, poco o nada, se ha discutido del impacto que la equivocada política del actual gobierno acarrearía hacia la industria petroquímica. La manufactura de plásticos, gomas, fertilizantes, pinturas, y un sinnúmero de subproductos dependerían de petróleo importado y posible desplazamiento del sector a otros paises.

 

Colombia no depende de hidrocarburos para generación eléctrica. Casi el 70% de la generación eléctrica es hidroeléctrica y apenas el 1% de la matriz es solar. La transición energética no es nueva. Comenzó cuando ella apenas era un infante. Globalmente el mundo se mueve ágilmente hacia la transición energética, con generadores más limpios y eficientes. 

 

La oferta, de vehículos y motores eléctricos, y proyectos de autogeneración residencial, comercial e industrial, es dinámica.  Los expertos internacionales en el tema consideran no llegaremos al deseado nivel cero antes de cuarenta años, desvirtuando el afán protagónico de la ministra. 

 

Sigamos defendiendo el país estadísticamente y no con populismos.

 

Ramón Lucio y Bartolomé, disfrazados de ministros, quieren probar que tan ingenuos e idiotas somos los colombianos.


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