Agua, cambio climático y “El Niño”
El 70 por ciento del cuerpo humano es
líquido. Igual porcentaje aplica al componente de agua en nuestro planeta. Esta
simple declaración es prueba que la supervivencia planetaria y nuestra especie
dependen del agua.
El agua potable, para nuestro consumo, está
amenazada. Los factores que influyen, no solo corresponden al desperdicio y mal
uso de su disposición, sino también del fenómeno de cambio climático que
venimos padeciendo.
Desde 1992 las Naciones Unidas viene ocupándose
con gran preocupación sobre la problemática mundial del recurso hídrico. Según
sus propias cifras existen 768 millones de habitantes sin acceso a un
suministro confiable de agua potable.
Nuestra riqueza hídrica, con dos de las zonas
de mayor pluviosidad mundial, la región del Choco y la Amazonia, sumadas a la
envidiable topografía cordillerana, cuna de centenares de miles de acequias y
ríos, nos enceguecen ante la realidad global. No obstante esta bendición, el
cambio climático nos está tocando la puerta, cada día con mayor agresividad.
Las fuertes sequias de la llanura oriental,
la escasez de lluvias en la Sierra Nevada de Santa Marta, el deshielo de
nuestros nevados, acompañados por subsiguientes incendios forestales y
deforestación, son las primeras alarmas del cambio climático y el calentamiento
global.
La prolongada y severa sequia en California,
en parte, atribuible al errático y travieso comportamiento del fenómeno de “El
Niño”, lamentablemente es pronosticada será seguida por un régimen de lluvias
adverso. La riqueza y despensa hortícola, que consume el 80 por ciento del
agua, tiene en vilo la población que requiere el restante 20 por ciento.
El Valle del Cauca y Cali no son ajenos a la
situación de agua mundial y nacional. Hemos atestiguado una de las épocas secas
más pronunciadas en la historia reciente con altas temperaturas y bajo régimen
de lluvias. Los ríos que alimentan los acueductos de la región, cada vez con
menos volumen, alertan las autoridades hacia la posibilidad de tener que tomar
medidas de racionamiento.
Podríamos experimentar una situación
californiana, en menor escala, en nuestra región, si no hacemos buen uso de
nuestra riqueza hídrica. Las autoridades ambientales locales y regionales deben
ejecutar agresivos planes de incentivar la reforestación de las cuencas,
protección de las mismas y prevención de incendios forestales. Deben diseñar
conjuntamente con las empresas prestadoras de servicios públicos y acueductos
veredales proyectos de inversión de embalses o reservorios para almacenamiento,
aprovechamiento y regularización de sus fuentes.
A la población nos queda la fácil, vital e
importante responsabilidad de usar racionalmente el agua. Al ducharnos
consumimos de 7 a 10 litros por minuto, solo necesitamos tres. Cepillarnos los
dientes con la llave abierta es irracional, solo necesitamos enjuagarnos.
Emplear la lavadora con carga completa es importante. Cerrar las llaves de paso
en lugares de poco uso previene fugas indetectables. Lavar menos los vehículos
es actuar racionalmente.
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