Reconciliación después de largo divorcio

 


Hasta la década de los años noventa la clase empresarial y cívica de la ciudad de Cali mantenían estrechas relaciones con el devenir político de la ciudad. Previo a la elección popular de alcaldes, la mayoría de los nombramientos de gobernador y alcaldes eran postulados de ternas presentadas por la dirigencia.

 

Existía un cercano compromiso de apoyo y aporte permanente, entrelazando y solucionando la problemática social y económica local. Las entidades descentralizadas eran gerenciadas por personas, que el sector privado ofrecía, prácticamente en uso de periodo sabático, con el fin de contribuir al desarrollo uniforme de las mismas, génesis del civismo que la ciudad ejemplarizó. Los mismos gabinetes municipales y departamentales eran conformados por personas con sólida estructura académica, probos, de envidiable integridad cívica, proporcionando su vasta experiencia convertido en referente nacional.

 

Con la elección popular esto empezó a cambiar. Los elegidos nombraban funcionarios, más por su origen político, que por sus cualidades ejecutivas. Llegaban a ocupar cargos públicos con criterio de saciar apetitos burocráticos en recompensa al trabajo electoral que había permitido el triunfo.

 

Poco a poco, el funcionamiento de lo público se volvió paquidérmico y de baja creatividad, segado por un estricto cumplimiento de la norma, para evitar sanciones de los entes de control. Ante esta situación los buitres de la corrupción iniciaron su devastadora arremetida. Burlar la norma hizo carrera. El sector público, amparado por vacíos en la misma normatividad legal, empezó a circundar con cambios en procesos contractuales, favoreciendo los grandes aportantes a las campañas electorales.

 

Al ex senador Juan Carlos Martínez Sinisterra se le atribuye haber acuñado la célebre frase “Es mejor negocio la política que el narcotráfico” , lo cual resume lo que la ciudad ha vivido durante el último  periodo.

 

Sin embargo, y pese a todo lo anterior, varias candidaturas a la Alcaldía de Cali, pueden regresar la transparencia en la conformación de sus equipos de trabajo. 

 

Cuando llegó John F. Kennedy, el más joven presidente norteamericano, sus opositores no dudaron en poner en juicio a quienes el nombraría. A ellos, el contestó “gobernaré con los mejores y más brillantes”. Es precisamente este ejemplo que los candidatos deben asumir.

 

La ciudad, a través de su electorado, deber ciudadano del voto, tiene la oportunidad de llegar a la reconciliación después del largo divorcio entre la clase política y la dirigencia cívica, separación que solo han dejado las rapaces aves de rapiña corruptas que permearon y devoraron las instituciones.

 

Unir esfuerzos con el ejemplar compromiso fundacional, gremial y programas de responsabilidad empresarial, social y medio ambiental es un punto de partida.


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