El ocaso de mi terruño

Aquella maraña de acequias trazadas con filigrana precisión para el regadío de potreros pedregosos, cavadas por esclavos y peones del colonial Alférez Real, que siglos después, dan vida a la riqueza eco ambiental de fauna y flora que aun sobrevive, es la esencia del hermoso paraje del sur de la ciudad.
Desde aquella bella lejanía del villorrio caleño, el escritor Eustaquio Palacios inmortalizó los personajes que hoy tributan sus nombres a algunas calles, conjuntos residenciales y el mismo nombre de la Hacienda Cañasgordas.
Los riscos y peñas blancas de los majestuosos Farallones caleños, han sido telón y testigo excepcional de las frías y brillantes madrugadas, que otrora cabalgaran las familias Caycedo, Borrero, Zea, Rivera, Reinales, Velasco, Iglesias, Córdoba, Vallecilla ,colonizadores de esas bellas tierras, cuando lidiaban ganado a frescos pastizales y establos de ordeño de este paraíso natural característico vallecaucano.
Las haciendas paulatinamente se subdividieron, generando sendas parcelaciones residenciales con envidiables solares de una hectárea por residencia. Subsanaron la inexistencia de servicios públicos con aljibes y pozos sépticos, creando bellas aldeas campestres arropadas en boscosa vegetación.
La familia Garcés Giraldo soñó y logró convertir rojizas y estériles lomas del Ingenio Meléndez en la primer urbanización campestre planificada, ante el fracaso del  barrio El Refugio de los 60 y  aunque ahora no se crea, superado el gran aporte urbanístico similar como San Fernando Viejo de los 50, inspiradas en la tendencia mundial del suburbio norteamericano, dotada de amplias zonas verdes y generosas vías, sitio ideal para construir residencias amplias, enmarcadas por jardines que aprovechaban la riqueza natural del entorno. Aun recordamos la publicidad de la época……”viva lejos del mundanal ruido”, donde Cuellar Serrano y Gómez ofrecía lotes y casas en el sur- sur de la ciudad.
Este dinámico impulso residencial, académico y comercial, creó los barrios Ciudad Jardín, Pance y el Ingenio, complementado con el más importante centro médico del occidente colombiano, anclados en envidiables y generosos espacios de ambiente tropical.
Lamentablemente a este emprendedor avance la municipalidad no fue consecuente.
Los Juegos Panamericanos, de 1971, con la ciudad universitaria de Univalle y villa panamericana incluida, lo empujaron todo urbanísticamente. Falló en la visión, planificación y ejecución de nuevas vías, dotación de servicios públicos municipales, infraestructura de modernos sistemas de transporte masivo, conectividad con polos de desarrollo industriales y poblaciones dormitorio, a través de autopistas, intercambiadores viales y  aprovechamiento de la vía férrea.
La escasa oferta de tierras en otras partes de la ciudad, sumadas a excelente capacidad portante del suelo, rentable sector residencial de gama alta y cercanía a centros educativos, fueron razones fundamentales para contratación de estudios, a través del gremio constructor, traducidos en liberación de alturas de edificios en el sector, incorporados en el actual y vigente Plan de Ordenamiento Territorial.
Se han encendido ensordecedoras alarmas, ante el tramite y promoción de aproximadamente 50 torres de edificios, generando aproximadamente 2500 unidades residenciales, alojando 6000 vehículos y 10,000 nuevos residentes ante la mirada impávida de sus actuales residentes.
Detener el crecimiento y desarrollo urbano de la ciudad es imposible, pero recae responsabilidad a la administración su imprevisión en no prever y dotar la infraestructura necesaria y requerida para la ampliación residencial, comercial y académica del sector, generando un caótico nudo gordiano.
El Alcalde Armitage, quien obtuvo en estas comunas la más alta votación porcentual a su favor, tiene el reto histórico de incorporar los planteamientos meticulosos y fundamentados de sus residentes.

El lamento del baquiano cabalgante se escuchara en la brisa vespertina ante el ocaso de su terruño.

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