El ocaso de mi terruño

Aquella maraña de acequias trazadas con filigrana precisión para el regadío de potreros pedregosos, cavadas por esclavos y peones del personaje colonial Alférez Real dan vida, siglos después, a la riqueza eco ambiental de fauna y flora que aun sobrevive. Es la esencia del hermoso paraje del sur de la ciudad. 

Desde aquella bella lejanía del villorrio caleño, el escritor Eustaquio Palacios inmortalizó los personajes que hoy tributan sus nombres a algunas calles, conjuntos residenciales y el mismo nombre de la Hacienda Cañasgordas.

Los riscos y peñas blancas de los majestuosos Farallones caleños, han sido telón y testigo excepcional de las frías y brillantes madrugadas, que otrora cabalgaran las familias Caycedo, Borrero, Zea, Rivera, Reinales, Velasco, Iglesias, Córdoba, Vallecilla, entre otros, colonizadores de esas bellas tierras, arreando ganado a frescos pastizales y establos de ordeño de este paraíso natural característico vallecaucano. 

A mediados del siglo XX, las haciendas paulatinamente se subdividieron, algunas generando sendas parcelaciones residenciales con envidiables solares de una hectárea por residencia. Subsanaron la inexistencia de servicios públicos con aljibes y pozos sépticos, creando bellas aldeas campestres arropadas en boscosa vegetación.

La familia Garcés Giraldo soñó y logró convertir rojizas y estériles lomas del Ingenio Meléndez en la primera urbanización campestre planificada, bautizada acertadamente Ciudad Jardín. No había corrido la misma suerte el barrio El Refugio, diseñado por la misma época, y aunque ahora no se crea, habían superado el gran aporte urbanístico del San Fernando Viejo de los 50 y al norte el barrio Versalles, inspirados en la tendencia mundial del suburbio norteamericano, con amplias zonas verdes, generosas y arborizadas vías, sitio ideal para construir residencias amplias, enmarcadas por jardines que aprovechaban la riqueza natural del entorno. Aun recordamos la publicidad de la época……” viva lejos del mundanal ruido”, donde Cuellar Serrano y Gómez ofrecía lotes y casas al sur de la ciudad.

El dinámico impulso residencial, académico y comercial, consolidó los barrios Ciudad JardínPance y el Ingenio, complementado con el más importante centro médico del occidente colombiano Fundación Valle del Lili, el primer centro comercial caleño, Unicentro, el campus de la Universidad del Valle de Meléndez, anclados en envidiables y generosos espacios de ambiente tropical.

Lamentablemente a este emprendedor avance la municipalidad no fue consecuente. 

Los Juegos Panamericanos, de 1971, con la ciudad universitaria de Univalle y villa panamericana incluida, lo empujaron todo urbanísticamente. Falló en la visión, planificación y ejecución de nuevas vías, dotación de servicios públicos municipales, infraestructura de modernos sistemas de transporte masivo, conectividad con polos de desarrollo industriales y poblaciones dormitorio, a través de autopistas, intercambiadores viales y aprovechamiento de la vía férrea.

La escasa oferta de tierras en otras partes de la ciudad, sumadas a excelente capacidad portante del suelo, rentable sector residencial de gama alta y cercanía a centros educativos, fueron razones fundamentales para contratación de estudios, a través del gremio constructor, traducidos en liberación de alturas de edificios en el sector, incorporados en el actual y vigente Plan de Ordenamiento Territorial (2014).

Se han encendido ensordecedoras alarmas, ante el tramite y promoción de aproximadamente 50 torres de edificios, generando aproximadamente 2500 unidades residenciales, alojando 6000 vehículos y 10,000 nuevos residentes ante la mirada impávida de sus actuales residentes.

Detener el crecimiento y desarrollo urbano de la ciudad es imposible, pero recae responsabilidad a la administración su imprevisión en no prever y dotar la infraestructura necesaria y requerida para la ampliación residencial, comercial y académica del sector, generando un caótico nudo gordiano.

El alcalde Armitage, quien obtuvo en estas comunas la más alta votación porcentual a su favor, tiene el reto histórico de incorporar los planteamientos meticulosamente, fundamentados y expuestos por sus residentes.

El lamento del baquiano cabalgante se escuchará en la brisa vespertina ante el ocaso de su terruño.

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