Lo fundamental; La estabilidad del país

 


Colombia es y ha sido la democracia más estable de Latinoamérica.  Después de la dictadura de Rojas Pinilla, hace sesenta y cinco años, el país ha mantenido su vocación democrática. Ha elegido a las estancias legislativas nacionales, departamentales y municipales candidatos de todas las tendencias. El bipartidismo, el mismo que optó por el frente nacional, permitió la pacifica convivencia de sus dos partidos tradicionales, alternando la presidencia por espacio de dieciséis años, después de la dictadura.

 

Los grupos revolucionarios, aquellos que optaban por una solución armada para dirigir el país, fueron acogidos por largos procesos de incorporación permitiendo su activa participación en los destinos de la nación.  La Constitución del 91, y sus múltiples reformas posteriores, han permitido que poblaciones étnicamente minoritarias tengan representación.

 

Lamentablemente en los últimos cincuenta años, esos mismos grupos armados, desarticularon la nación. La lucha milenaria de la humanidad por la territorialidad provocó dividir el país. Se generó un desplazamiento forzado sin precedentes, huyendo de las atrocidades del genocidio y violencia, de la ruralidad hacia las ciudades, de paso alimentando los cordones de miseria de las grandes urbes. 

 

Este fenómeno de lucha territorial fue aprovechado por los carteles del narcotráfico. Encontraron en las apartadas regiones nula presencia del estado. De esta manera acrecentaron los cultivos ilícitos y los laboratorios de producción del alcaloide. Se formaron corredores de transito en el suroccidente y nororiente del país, concentrándose en estas dos regiones más del 50% de los cultivos ilícitos y narcotráfico. 

 

El anhelado proceso de paz, me atrevo a decir, fue sencillamente una cortina de humo. Se ha permitido, no solamente fortalecer las bandas criminales dedicadas al tráfico, sino que el brazo armado, vigilante de las grandes extensiones dedicadas al ilícito cultivo, procesamiento y tránsito, han reclutado cientos de desmovilizados, hoy llamados “disidentes”.

 

Sin embargo, los mal llamados disidentes, no son solamente exguerrilleros. También lo son paramilitares, excombatientes del mismo ejército y exintegrantes de las fuerzas del orden público, entre otros. Siguen empuñando armas, amparados, esta vez, no por ideología política, sino a cambio de mesadas en remuneración por su trabajo.

 

Los homicidios de lideres sociales en la ruralidad, el incremento de los mismos en los centros urbanos, no son aislados. Sencillamente son producto de luchas internas por el micro control territorial. Los mas recientes acontecimientos, en los cuales se señala al gobierno de atacar indefensas poblaciones, difícilmente permiten identificar entre población civil y mercenarios del narcotráfico.

 

La estabilidad de la seguridad del país frente a esta realidad, es quizás lo más importante como propuesta de campaña. Sin embargo, no hay claros derroteros entre quienes disputan la dirección del país. 

 

Las campañas se han concentrado en la ligereza del escándalo, absurdas e inviables propuestas, de señalamientos partidarios, de la incongruencia de Gustavo Petro de combatir la corrupción, donde lo acompañan personas con infinidad de inconclusos procesos asociados al flagelo. 

 

“Busquemos un acuerdo sobre lo fundamental”. “Si las sociedades no logran ese tipo de acuerdos sobre lo realizable, lo factible, entonces las sociedades estarán marcadas durante mucho tiempo por confrontaciones”. Sabias palabras pronunciadas por Álvaro Gómez Hurtado, constituyente de la Constitución del 91.

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