Contra reformas innecesarias

 

Hace un año, por esta misma época, se vaticinaba el posible triunfo del candidato de izquierda Gustavo Petro. Su activismo y populismo vehemente, expresado por más de dos décadas de presencia legislativa y su paso por la alcaldía de Bogotá, identificaban su postura estatizante. 

 

Había logrado polarizar el país, producto de ataques frontales permanentes, contra la clase política tradicional, la cual había ejercido el poder por décadas. Quizás, el “estallido social”, abanderado por él y sus secuaces, evento de sublevación que paralizó el país por mas de dos meses, se convirtió en innegable grito de tomarse el poder, o por la fuerza, o en su defecto, a través de las urnas.

 

Lamentablemente, la institucionalidad que había regido la gobernanza del país no contó con un carismático líder que contrarrestara su populismo. Petro aprovechó hábilmente la división de las toldas partidarias tradicionales y aglutinó fuerzas opositoras de ideología común de izquierda bajo el movimiento bautizado “Pacto Histórico”. 

 

En junio de 2022 logró, por mínima ventaja, el triunfo, en las urnas.

 

Sabía que Colombia era un país gobiernista, y que eventualmente, no obstante, no tener mayorías en el congreso, podía llegar a sumar adhesiones a su plan de gobierno. Contó con alfiles, de excepcional capacidad estratégica, que sabían maniobrar con filigrana y maquiavélico cabildeo a los elegido congresistas.

 

Con la alineación de la mayoría del congreso, presentó una serie de reformas, anunciadas como “el cambio” que había prometido en campaña.

 

La enésima reforma tributaria que todos los gobierno de turno presentan, como era lógico, estaba fundamentada en lograr mayores recursos para anunciados planes de transformación y programas sociales. El consenso logrado fue fundamental para medir fuerzas, pesos y contrapesos. El sector gremial nacional jugó un papel preponderante, conciliando algunas diferencias, pero finalmente apoyó la iniciativa fiscal.

 

Para la segunda legislatura, presentó tres reformas y su Plan Nacional de Desarrollo, todas bajo el matiz populista ideológico fundamentado en la estatización. Cometió el error, en permitir que sus ministros de turno, sin capacidad de conciliación con los sectores, impusieran criterios de activismo político y no de funcionarios de gobierno, generando el menoscabo de mayorías estratégicamente ganadas. Al igual que en su alcaldía, empezó sacrificando sus ministros como peones, quemándolos como cuetones de antaño.

 

Pero quizás, lo trascendental radica en el hecho que las tres reformas en curso, Salud, Laboral y Pensional son contra reformas innecesarias, las cuales, en vez de fortalecer logros obtenidos en treinta años, devolverán el país a niveles de subdesarrollo del siglo pasado.

 

La Organización Mundial de Salud OMS ha calificado el sistema mixto, estatal y privado, como el mejor en América Latina. No se necesita una reforma. Se requiere fortalecer el sistema. Pese a su aprobación en Comisión, el debate aún puede darse en el Congreso para rectificar el impulso estatizante. 

 

https://guillermoulloatenorio.blogspot.com/2023/02/se-pone-prueba-la-sabiduria-e.html

 

La reforma laboral, de tinte sindical, en vez de impulsar el empleo formal, lo castiga y sentencia el país a niveles de informalismo de hace quince años, superando el 60%, con la disminución en la contribución de aportes que la seguridad social demanda, tanto para el sistema de salud, como el pensional. Las plataformas de servicios de transporte, domiciliarios y empleo temporal, castigadas en la reforma, es dar la espalda a tendencias globales de aprovechamiento de avanzadas tecnologías y una juventud ávida de inmediatez, servicios, comodidad y movilidad laboral.

 

La pensional, obligando al aporte forzoso sobre los primeros tres salarios mínimos del trabajador, es engrosar el despilfarro propio del antiguo Seguro Social, cuando era el encargado del sistema pensional, en vez de permitir el ahorro y riesgo individual, como opera globalmente. 

 

¿Cuántas semanas aportadas por los trabajadores se esfumaron en el desgreño administrativo de aquella anquilosada institución, que posteriormente fueron reclamadas con cuantiosas demandas decretadas contra el estado en sentencias judiciales?

 

Ninguna de las reformas presentadas tiene etiqueta de precio. No se sabe cuánto le costaran al erario.

 

Ojalá predomine la lógica y la revisión histórica del progreso del país, por encima del activismo populista, ideología estatizante de modelos fallidos globalmente e insaciable sed de “mermelada”.

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