Lección de liderazgo

El Papa Francisco ha venido ejerciendo su labor pastoral contribuyendo en conciliación de situaciones de conflicto global. Se le atribuye su intervención en la mediación y acercamiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, poniendo fin a cincuenta años del bloqueo económico de la isla y distanciamiento ideológico de esas dos naciones. Ha mostrado profunda preocupación, por la gran repercusión y consecuencia global, haciendo un llamado permanente al cese de hostilidades en el conflicto sirio.
El Papa Juan Pablo II estableció, en 1986, un reconocimiento a la labor de trabajar por la justicia, la paz, el perdón, la vida y el amor, instituyendo la distinción del premio La Lámpara de la Paz.
Este año el galardón fue otorgado al Presidente Juan Manuel Santos, quien también cosechó el premio Nobel de Paz por su contribución en concluir con el conflicto armado más antiguo del continente y la reincorporación de las FARC a la vida civil. Como es costumbre se había previsto la audiencia entre el Papa Francisco y el galardonado un día antes de su entrega. En esta ocasión el Papa Francisco, también invitó al ex presidente, hoy senador Álvaro Uribe Vélez a la reunión previa.
Pudiendo retirarse de la actividad pública, con merecidas prerrogativas y privilegios dignos de un ex presidente, ha seguido apoyando y aportando, desde el Congreso de la Republica con su incansable labor de construir un mejor futuro para Colombia y sus conciudadanos.
Es, sin lugar a dudas, reconocer el liderazgo de Uribe como la figura pública más importante e influyente de la historia reciente nacional.
En la audiencia, que algunos tildaron de “encerrona”, en la cual Uribe solo agachó la cabeza para recibir la bendición papal, fue claro ante Su Santidad, de su convicción de una paz para Colombia y su enérgica y fundamentada posición ideológica frente a la implementación de los acuerdos de paz.
Reiteró sus críticas a temas candentes, aun sin resolver, como los secuestrados y menores de edad reclutados aun en poder del grupo armado, la elegibilidad política sin sometimiento previo a la justicia e implementación de algunos esguinces legislativos en el congreso, como el fast track, para acomodar con mayor celeridad los acuerdos de paz a la Constitución.
Pero lo más importante, Uribe precisó su posición frente a la implementación de los acuerdos, que cursará próximamente en el Congreso, de mayorías gobiernistas, eludiendo la manifestación democrática y refrendación popular del plebiscito que se voto negativamente el 2 de octubre a los acuerdos precipitadamente firmados en pomposa y anticipada celebración el 26 de Septiembre en Cartagena.
Contrariamente a la optimista expectativa que la audiencia generó, las convicciones ideológicas se mantuvieron sin ceder ante la figura y dignidad del máximo prelado de la Iglesia Católica, no quedando otra alternativa al Papa Francisco de invitar protocolariamente al dialogo constructivo y sincero de los protagonistas.

En esta ocasión lo percibido fue una lección de liderazgo sincero. De convicciones e ideologías sin lugar a pretensiones y orgullos protagónicos egocéntricos.
 

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