INVASIONES Y ESPACIO PÚBLICO

El desplazamiento de poblaciones rurales hacia la ciudad de los últimos sesenta años es y ha sido un importante factor generador de asentamientos irregulares y subnormales en los centros urbanos latinoamericanos.
Las “favelas” brasileras, de la década de los años cincuenta, poblaron las ciudades, convirtiendo los cerros de Rio de Janeiro en testigo representativo de la figura urbano. Capitales latinoamericanas, como Quito, Caracas, Lima, Bogotá, entre otras, han tenido que afrontar el reto de normalizar los asentamientos de inmensas y vastas zonas invadidas.
Cali, el más importante centro urbano del occidente colombiano no ha sido excepción. Dos fenómenos naturales, un terremoto y un maremoto azotaron y devastaron el litoral pacífico en 1979, en especial las poblaciones costeras nariñenses, impulsando y forzando un éxodo masivo. En las décadas subsiguientes la narco guerrilla, cultivos ilícitos y corredores del narcotráfico fraguaron el desplazamiento de millones de campesinos de sus zonas rurales ancestrales hacia Cali.
En el perímetro urbano oriental, ribereño al Rio Cauca, existía una madre vieja o antiguo camino del rio, que la naturaleza usaba y ocupaba en épocas de lluvias desbordando su cauce y amortiguando sus excesos en aquellos lechos secos. La CVC había construido un jarillón protector sobre la margen izquierda del rio. EMCALI había adoptado los humedales conocidos como “Lagunas del Pondaje y Charco Azul” generando grandes espacios receptores de aguas de inundación, en el sector agrícola conocido como Distrito de Aguablanca.
Fue precisamente aquí, en esta zona, pese a su precaria e inhóspita situación de habitabilidad, donde el desplazamiento del Pacifico encontró el lugar propicio para invasiones. La clase política, motivada por algunos periodistas inescrupulosos, aprovechó la oportunidad de lucrarse electoral y políticamente de este fenómeno, impulsando invasiones, prometiendo regular el asentamiento subnormal una vez elegidos.
La zona de ladera tampoco fue ajena al fenómeno invasivo. Terrón Colorado, Siloé, Los Chorros, Golondrinas y otros barrios, fueron los primeros ejemplos de invasión, sucedidos por cientos de barrios que avasallan asentamientos subnormales. Son zonas declaradas de peligro catastrófico inminente por inestabilidad de sus suelos, derrumbamiento de las lomas y eventual taponamiento de nacimientos, quebradas y riachuelos.
La población de Cali creció inusitada y desorganizadamente de uno a tres millones de personas en cuarenta años. Los exiguos recursos del erario municipal, sus institutos descentralizados, utilización de transferencias de la nación, aportes y compromiso social de un sector privado fundacional han sido destinados e invertidos en solventar la problemática urbana. Recursos que tímidamente apaciguan el negativo impacto socio-económico, laboral y deterioro de la seguridad que el fenómeno conlleva, en menoscabo del desarrollo en infraestructura vial, escolar, de salud, seguridad y servicios que requiere el resto de la ciudad.
En el tiempo se perdió la cultura cívica ciudadana, se fortaleció la anarquía, el desorden e irrespeto a la autoridad.
Recientemente, en plena época electoral, invasiones piratas, motivadas, instigadas y promovidas por bandas delincuenciales, intentaron invadir el bello paraje natural de protección medio ambiental, intervenido exitosamente por la CVC, conocido como “El Cerro de la Bandera” y el espacio público del corredor férreo del sur de la ciudad.
Esta vez las pretensiones fueron enfrentadas por la solidaridad ciudadanía hastiada de ser ultrajada y arrebatada por la delincuencia de su patrimonio colectivo, acompañada de admirable acción policiva, militar y decidida política de estado de hacer respetar el espacio público y el consecuente deterioro de la seguridad física de la ciudad.
Brilla, ante la apremiante situación, el fracaso de varias administraciones de la Secretaria de Vivienda, convertida en directorio político, en vez de aportar la solución a más de 120 mil soluciones que la ciudad requiere con planes y proyectos de vivienda prioritaria e  interés social.

La ciudad no soporta la invasión de su espacio público. Unidos hacemos la diferencia.

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