Asamblea constituyente; absurda, infundada e insulsa propuesta

No sorprendió Petro convocando la posibilidad a una asamblea constituyente durante su reciente visita a Cali. Tendió otra cortina de humo con el fin de no enfrentar los reclamos de la “minga indígena” al desgobierno, falta de coherencia de sus promesas, imposibilidad de ajustar la ejecución presupuestal a los niveles de recaudo fiscal, corrupción rampante y desgreño administrativo. Dejó a miles de borregos indígenas venidos a Cali, principalmente de Nariño y Cauca, sin razón de su movilización.

 

Con su acostumbrado atrincherado discurso incendiario considera existe una persecución a su gobierno. Lanzó advertencia a la rama legislativa por no doblegarse ante las infundadas reformas presentadas de salud, laboral y pensional. Criticó a las altas cortes por sus decisiones de remoción de funcionarios, desconociendo la razón fundamental esbozada que no cumplían con los requisitos legales. De paso arremetió contra la Fiscalía tildándola de ente persecutora.  Equivocadamente aun considera su victoria fue apabullante, cuando en realidad ligeramente alcanzó una ventaja mínima ante su opositor Hernández. Bajo ese sueño fantasmagórico y desafiante, que solo lo cree el, considera tiene unas mayorías que nunca fueron reales.

 

Total rechazo a la propuesta de una Asamblea Constituyente, con excepción de sus seguidores del Pacto Histórico, ha sido de clamor unánime. La clase política, expresidentes, exconstituyentes, versados constitucionalistas y calificados analistas entre otros, sin distingos de partidos, se pronunciaron en contra de la iniciativa. 

 

Le recordaron su olvidadizo episodio de campaña, atestiguado por Antanas Mockus y Claudia López, entre otros, cuando juró escribir en “mármol”, que no convocaría a una Asamblea Constituyente.

 

En el hipotético caso de lograr la convocatoria para buscar cambios a la constitución del 91, redactada con mayorías calificadas del entonces naciente partido M-19, reformada permanente durante treinta y tres años, no garantiza triunfo alguno. 

 

El presidente chileno Gabriel Boric, temprano en su mandato, siguiendo el mismo guion Chavista, logró convocar con un 62% de aprobación una iniciativa similar. Sin embargo, fue derrotado cuando el 56% de los electores rechazaron la propuesta, que, no obstante, había hecho tránsito y discutida democráticamente por el poder legislativo y analizado por las instancias judiciales, naufragando en la ronda final en las urnas.

 

Petro no tiene, ni tiempo, ni las mayorías, para ser exitoso en su propuesta. 

 

Amenazar las ramas del poder legislativo y judicial es, y ha sido, un constante error. Olvida que ante estos cuerpos tiene que ser presentada la propuesta para su análisis y votación de mayorías calificadas. ¿Logrará el control constitucional, convocatoria a elecciones y finalmente la revisión de la Corte Constitucional, para citar al constituyente primario a urnas, en menos de veintiséis meses de nueva elección presidencial?

 

Al igual que las reformas propuestas, no es prudente desconocer las bondades de la institucionalidad, es más juicioso construir sobre lo construido y no destruir para empezar de nuevo.

 

Nos quedan dos largos años de lloriqueos, pataletas e inconformismo de un infantil comportamiento, el cual, en vez de fortalecer una respetable ideología, emula el ritual de los pilotos japoneses de la segunda guerra que enfilando sus aviones en veloz picada cometían “harakiri”.

 

 



 

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