Abril, aguas mil; mayo, hasta romper el sayo

 


El refrán, atribuido al poeta español Antonio Machado (1875-1939), contenido en su obra Campos de Castilla, se refiere al mes más lluvioso de la península ibérica y ha trascendido fronteras para formar parte de la sabiduría popular en varios países latinoamericanos.  Son las copiosas lluvias que darán en los meses siguientes la florescencia primaveral. 

 

Este conocido refrán no solo es una invitación a prepararse para la temporada de lluvias, sino también una expresión de la relación cultural y agrícola que se tiene con las lluvias de primavera. Esta es una época en la que la tierra se renueva y se llena de vida gracias a las abundantes precipitaciones.

 

Las lluvias tropicales son más intensas que las del hemisferio norte, complementando el refrán "mayo hasta romper los tejidos del sayo" debido a la gran humedad.

 

En Cali y el Valle del Cauca las lluvias tradicionalmente llegan hasta mediados del mes de junio. Época propicia para engrosar los cultivos dando inicio a la etapa final de maduración y finalmente culminando con la cosecha en tiempo seco. Es por ello por lo que, a lo largo del Valle del Cauca, y siguiendo la centenaria tradición de reconocer la bendición recibida de buenos frutos y cosechas, celebran los municipios sus fiestas anuales de alegría y regocijo.

 

Este año la región ha registrado un 35% más de precipitaciones en comparación con otros años. El mes de mayo muestra un comportamiento similar.

 

Las fuertes lluvias que afectan a la ciudad y municipios vecinos están causando inundaciones, suspensión de servicios públicos, fallas en la movilidad y pérdidas materiales. Las autoridades municipales, departamentales, ambientales y las empresas de servicios públicos han sido señaladas repetidamente por la falta de planificación para mitigar estos efectos.

 

La culpa no es del tiempo, de la naturaleza, del cambio climático, y cuantos otros señalamientos. La culpa es humana. 

 

El afán de invadir las zonas de ladera, que actúan como amortiguadores de aguas lluvias, bajo la permisividad de la autoridad, sumado a la deforestación de las cuencas e irrespeto por las franjas naturales de protección de los afluentes son, en parte, los causantes de la tragedia. La falta de zonas verdes, la pavimentación indebida de andenes que deben servir para la siembra de árboles, improvisadas viviendas multiplicadas en densidad, laberintos de asentamientos subnormales, corredores viales sin alcantarillado pluvial convertidos en ríos de escorrentía de alta velocidad y acumulación de basuras en canales son factores de indisciplina, irrespeto y desorden caótico de convivencia.

 

https://guillermoulloatenorio.blogspot.com/2019/04/porque-colapsa-cali-en-invierno.html

 

Las autoridades municipales del país buscan “el ahogado río arriba”. Lamentan y proponen planes de obras de mitigación, cuando la verdadera responsabilidad recae sobre la inacción de operativos para desalojar la invasión, enjuiciar a las mafias enquistadas e imponer condenas ejemplares a los promotores invasores.

 

Las licencias ambientales se han convertido en focos de corrupción. El desarrollador entrega dádivas y, en retorno, recibe el licenciamiento sin condiciones. En este caso, no son los urbanizadores piratas, sino empresas debidamente constituidas, que a cambio reciben beneficios para desarrollar proyectos sin respeto por la naturaleza, y, de paso, amenazan a los veedores, vecinos, juntas de acción comunal y juntas administradoras locales.

 

Busquemos el “ahogado río abajo”, y no lamentemos la inclemente fuerza de la naturaleza, que tan solo busca afanosamente su cauce natural.

 

Foto cortesía de Caliescribe.com


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