El ocaso de una ideología

 


Hace ciento cincuenta años (1875), el filósofo alemán Karl Marx (1818-1883) había escrito sendos ensayos sobre la transformación del estado hacia una sociedad caracterizada por la propiedad en común de los medios de producción, la inexistencia de clases sociales y la lucha comunista en búsqueda de una sociedad igualitaria y la ausencia total de la propiedad privada.

 

En el contexto histórico de la época, la revolución industrial y la eventual transición de sistemas monárquicos e imperialistas, según Marx, debían transformarse en estados totalitarios, dando fuerza a la clase obrera para que el naciente proletariado sustituyera al capitalismo, al libre mercado y lograra tomarse el poder. 

 

Si bien es cierto que tanto Marx como su discípulo Friedrich Engels habían teorizado la filosofía comunista, solo se llevó a la práctica a través de la revolución bolchevique de octubre de 1917 en Rusia, liderada por Vladimir Lenin, mediante la cual se derrocó el régimen zarista y se impuso el comunismo.

 

En contraste, empezando el siglo XIX, el continente americano había declarado su independencia del colonialismo europeo, surgiendo sistemas de gobierno democrático, libertad de expresión, de mercado y fortalecimiento de partidos políticos basados en la doctrina Monroe. La independencia bolivariana no fue excepción.

 

A lo largo del siglo veinte, las dos corrientes de pensamiento, el comunismo totalitario instaurado en Rusia y la democracia en Estados Unidos, se enfrentaron continuamente. Las dos guerras del siglo habían demostrado la debilidad estructural de las fuerzas armadas rusas, en contraste con el poderío armamentístico estadounidense. El continente europeo se reformaba territorialmente y Rusia aprovechó, ampliando su territorio e incorporando los países de Europa del Este, bautizados como la “cortina de hierro”. La influencia ideológica de estos países, bajo el dominio ruso, se diferenciaba de la de países europeos, como España, Francia, Italia y Gran Bretaña, donde nació la fusión de los dos pensamientos filosóficos, creando un sistema socialista democrático.

 

En la década de los años cincuenta, un grupo de jóvenes revolucionarios, liderados por Fidel Castro Ruz (1926-2016), buscó terminar la opresión que, según su pensamiento, amenazaba el desarrollo de Cuba. Tras varios intentos golpistas contra el régimen dictatorial de Fulgencio Batista, los cuales comenzaron el 26 de julio de 1953 durante el asalto al cuartel de Moncada, la lucha armada culminó seis años después, con la entrada triunfal a Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959.

 

Castro y el grupo guerrillero que lo acompañó en la conquista de la Sierra Maestra, en el oriente de la isla, una vez en el poder, consideraron que América Latina debía seguir el ejemplo ideológico comunista. El argentino Ernesto “Che” Guevara (1928-1967) se convirtió en el principal promotor de organizar grupos similares al movimiento 26 de julio cubano. Pese a su carismática figura, fracasó como administrador público del régimen castrista y consideró que exportar la revolución era su consigna.

 

Se entrenó en instalar focos guerrilleros en intentos africanos del Congo y Angola, y en su fallida incursión en Bolivia, fue capturado y ejecutado. Su ejemplo fue adoptado por grupos insurgentes en Colombia, liderados por Manuel Marulanda Vélez, fundador de las FARC, los dieciocho estudiantes becados por Fidel Castro, fundadores del ELN y el grupo guerrillero urbano M-19.

 

En Colombia, el M-19 ha sido el único grupo que, a través del proceso democrático, ha logrado llegar al poder. La asamblea constituyente para reformar la constitución fue coadyuvada por la iniciativa del grupo estudiantil de la séptima papeleta, los desmovilizados grupos guerrilleros M-19, EPL y Quintín Lame, dando vida a la actual constitución.

 

La presidencia del guerrillero del M-19, Gustavo Petro, ha mostrado incapacidad para gobernar. Ha sido un gobierno marcado por el derroche, nefastas reformas al sistema de salud, la imposibilidad de articular un gabinete, el desmantelamiento de las fuerzas armadas y la rampante corrupción. La fracasada negociación de paz ha fortalecido el narcotráfico. Intentar introducir la doctrina ideológica del modelo Castro-Chavista ha creado inseguridad jurídica y física. Atentar contra la independencia de las ramas del poder, contrariamente, ha fortalecido la institucionalidad del Estado de derecho colombiano. Amenazar constantemente con presentar consultas populares para permanecer en el poder ha generado rechazo.

 

https://guillermoulloatenorio.blogspot.com/2025/03/petro-y-su-equivocada-vision-cosmica-de.html

 

Imitar el ejemplo de Castro y Chávez de largas intervenciones, a través de los medios televisivos, mal llamadas alocuciones presidenciales, con insulsos discursos ideológicos, a veces cantinflescos, insistiendo en lucha popular de clases y resentimiento, son algunas de las principales razones que fundamentan el ocaso de la ideología que se intentó introducir en el país.

 

Nicaragua y Venezuela, bajo regímenes dictatoriales, son los únicos que aún se mantienen en la fracasada y bautizada ideología socialista Castro-Chavista. La guerra declarada por el gobierno norteamericano de Trump contra el narcoterrorismo y los grupos narcotraficantes enquistados en el poder del vecino país y sus nexos con organizaciones colombianas y mexicanas desenmascaran la realidad del ilícito tráfico, no obstante, la última payasada de dialéctica petrista, en la cual expresó que si se le quita la I a la palabra "ilícito", todo se vuelve lícito.

 

Los más de sesenta precandidatos a la presidencia tienen un claro y conciso diagnóstico del país. Todos expresarán lo mismo, cada cual, desde su característica personal, pero lo importante para el futuro del país es a quién le entregaremos las banderas para corregir el descalabro que deja la actual administración. 

 

El país debe retornar por la senda democrática como sociedad libre, de economía de mercado, integrada por una población trabajadora, multiétnica, luchadora y con una convicción fundamental en principios y valores.

 

Lo expresó meridianamente la senadora Paloma Valencia: “Si perdemos las elecciones de 2026, perdemos el país”.

 

Fotografía cortesía caliescribe.com


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