Juegos Panamericanos; De la Gloria de Cali al Infierno de Barranquilla
En 1967 Alberto Galindo Herrera, quien había sido director de la justas deportivas de los Juegos Atléticos Nacionales de 1954, había escrito sigilosa y tímidamente, sendas solicitudes postulando la ciudad como sede del más importante evento continental. Cuando la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA) contestó afirmativamente la postulación, Galindo empezó a forjar su anhelado sueño en realidad. Convenció a Nicolas Ramos Gómez, por esa época Presidente de la Unidad de Acción Vallecaucana, y el a su vez a su director ejecutivo Alfonso Bonilla Aragón, conformar el comité pro-sede en 1966. Unieron esfuerzos, la dirigencia cívica caleña, académica y el sector público en sustentar la postulación, a mediados del año 1967, en Winnipeg, Canadá. Siete meses antes de la presentación, y sin ver su sueño realizado Galindo falleció. Había dejado la semilla de lo que partió la historia de la pequeña ciudad de 750 mil habitantes en referente global deportivo internacional. Bonilla Aragón e
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