La Nueva Colombia


El país voltea la página en búsqueda de un nuevo rumbo. Después de medio siglo de absurdo conflicto interno, la debilitada fuerza armada guerrillera y la institucionalidad democrática acordaron dar por terminado el más sangriento capítulo de la historia nacional.

Los acuerdos, plasmados en grueso documento de casi trescientas páginas, y obligatoria lectura, bosquejan cambios estructurales y constitucionales, que el electorado primario debe aprobar en las urnas, mediante el voto de un plebiscito.
El voto a consciencia, informado, analítico, ilustrado e inteligente será el instrumento definitivo para esculpir el nuevo escenario político, democrático e institucional.
La lucha del grupo armado, hoy diezmado, contabilizando veinte mil hombres, se compromete a integrar y formar parte del sistema político democrático que nos identifica como nación. El proceso de negociación y acuerdo concede, sin acudir al proceso electoral, diez curules, cinco en el Senado y cinco en la Cámara de Representantes. (Acuerdo final 3.2.1.2.a). Adicionalmente se incorporan dieciséis (16) Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz para la elección de un total de 16 Representantes a la Cámara de Representantes, de manera temporal y por 2 períodos electorales, equivalente al 10% del órgano legislativo. (A. F. 2.3.6)
De lógica, las diez curules otorgadas para el congreso, serán ocupadas por algunos miembros del extinguido Secretariado de las FARC. Sin embargo, para las 16 circunscripciones transitorias especiales de Paz, ubicadas en zonas controladas por grupos rebeldes, donde difícilmente podrán ganar candidatos de partidos tradicionales, aspirarán personas, académicamente estructuradas y preparadas ideológicamente, muy seguramente en el exterior, alejadas del diario acontecer del conflicto bélico.
Este panorama obliga a los partidos tradicionales una selección objetiva de sus candidatos. Este horizonte no admite equivocaciones. Los debates en los próximos periodos de congreso, abarcarán iniciativas de profundos cambios estructurales sociales, económicos, constitucionales, judiciales, ideológicos y envergadura democrática.
Lo fundamental será el cambio de las viejas costumbres de intercambio de favores burocráticos y económicos, desbordados en esta ocasión por capricho y ambición presidencial, entre el poder ejecutivo y el legislativo dando paso al verdadero debate de transformación del actual estado de derecho.
La próxima guerra, unidos esta vez, a través de la función constituyente, debe centrarse en abatir y acabar con el mayor flagelo y enemigo común de la política nacional, la corrupción.
Las zonas marginadas y necesitadas del Pacifico, Orinoquia, Amazonia, Llanos Orientales, Guajira, totalmente olvidadas, subdesarrolladas y en manos de oscuros manejos politiqueros, son las más castigadas por depravadas administraciones, cobijadas por el manto de poderes blindados en las esferas del alto gobierno e inoperantes entes de control.
La transformación nacional dependerá de la elección minuciosa de verdaderos adalides en representación de su electorado comprometidos con el bienestar, equidad social, justicia, equilibrio ideológico y desarrollo económico poblacional de una nueva Colombia.

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