Lloramos por ti, Venezuela
Por décadas, sus incalculables y casi
inagotables yacimientos de hidrocarburos, la habían convertida en la nación más
prospera de América Latina con ingreso per cápita comparable a países
desarrollados. La industria, el sector agropecuario, comercio y riqueza minera florecían
registrando índices de desarrollo económico envidiables. Las regalías estatales,
de sus exportaciones, eran invertidas en infraestructura, educación, salud y
bienestar comunitario.
Se había convertido en destino principal de
millones de colombianos, que en búsqueda de oportunidades encontraban albergue
con costumbres, culturas y alimentos afines que ofrecía la hermana republica.
Las poblaciones limítrofes prosperaban del comercio fronterizo impactando
positivamente el progreso del oriente colombiano.
Hace veinticinco años, esa Venezuela prospera,
inicio su transformación. Desencantados de una clase dirigente política
oligárquica aceptaron que un militar, condenado por fallido golpe de estado,
fuera elegido democráticamente, asumiendo la presidencia en Febrero de 1999.
Un ímpetu egocéntrico faraónico, acompañado
de una tergiversada idolatría hacia Simón Bolívar, proyectándose como
encarnación de moderno revolucionario libertador y envidiable facilidad de comunicar
sus convicciones y convocatoria, convirtieron a Hugo Chávez en líder del
socialismo del siglo XXI, modelado en el fracasado modelo comunista cubano.
En su primer año de gobierno logró mayorías
en aprobación del primer referéndum constituyente. Sucesivos mecanismos,
empleados democráticamente, ratificaron reformas constitucionales basadas en
ideología socialista, disfrazadas popularmente como renacimiento bolivariano.
Las abultadas arcas del erario fueron invertidos en programas de impacto social
y desafortunados subsidios que aperezaron la población y alejaron el
emprendimiento.
Aprovechando los precios del petróleo, se
convirtió en jugador continental. Apoyó países doctrinariamente similares como
Argentina, Brasil, Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua, entregando recursos,
perturbando la sostenibilidad de su desarrollo económico. Empleó su popularidad, capital político y
económico nacionalizando sectores productivos privados y amordazando la
libertad de prensa. Como fenómeno político, jugó hábil y estratégicamente, debilitando
la oposición, rechazando enfáticamente el imperialismo norteamericano,
imponiendo un régimen autocrático en beneficio del desnaturalizado sueño
libertario.
Su prematuro fallecimiento trunco el ideario.
Enterrado su liderazgo y popularidad, dejó huérfana la nación. El efímero y
precario movimiento que lo sucedió, encontró en el camino, el debacle
petrolífero, devastando la frágil y dependiente economía, una hiperinflación
rampante, acarreando desabastecimiento de medicamentos, alimentos, servicios y
productos básicos.
La oposición, con mayorías en la Asamblea
Nacional, pregonando cordura e indispensables cambios estructurales,
conducentes a la salvación nacional, encontró sordera y contrariamente abuso de
poder para legitimar la permanencia del régimen autocrático.
En acto antidemocrático, de ruptura
constitucional, calificado como auto golpe de estado, el Presidente Maduro
cerró la Asamblea Nacional, entregando el poder legislativo al Tribunal
Superior de Justicia. La reacción internacional es unánime en afirmar la
configuración de una dictadura. Internamente los pronunciamientos son
similares. El desasosiego su peor enemigo.
Ahora que la marea ha cambiado, Colombia
recibirá cientos de miles de hermanos venezolanos huyendo la hambruna,
inestabilidad, persecución y fracaso del sueño socialista bolivariano chavista.
Lloramos por ti, Venezuela
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