Vergüenza universal


La toga fue prenda de la antigua cultura romana como símbolo supremo del desarrollo de sus patriarcas, senadores y ciudadanos de bien, prohibida su uso a los criminales condenados.
Con el paso del tiempo la distinción de la vestimenta se extendió como símbolo de finalización de etapas educativas escolares y universitarias en reconocimiento hacia su responsabilidad de ciudadano letrado, forjador de una sociedad de prístinos principios. 
En los países occidentales, y Colombia no es excepción, su uso se limita al respeto, honor, reconocimiento, formación, preparación, rectitud y transparencia, que merecen abogados, jueces, fiscales y magistrados, en momentos de proferir justicia.
Los recientes acontecimientos del conocido “cartel de la toga”, donde jerarcas de los altos tribunales y cortes, usaron su investidura para favorecer providencias y sentencias a cambio de favores económicos es la máxima degradación del ser humano, convertidos en cómplices de la rampante corrupción que carcome nuestra sociedad.
La desconfianza generalizada, de uno de los pilares fundamentales de la republica democrática, encargada de la función primordial de administración de justicia es, sin lugar a dudas, de suma gravedad.
El nombramiento de los integrantes de las altas corporaciones de justicia encomendadas al poder legislativo es el meollo del mal.
Pretender que quienes ocupen los cargos tengan prioritariamente respaldo político, en vez, de meritos de valor, pulcritud, principios y formación se convirtió en cadena de favoritismos, primando la recomendación, perdiendo objetividad, criterio e independencia selectiva.
Hizo carrera el sabio proverbio de “hoy por ti, mañana por mí”.
Cuando la desprestigiada y corrupta clase política recibía dadivas de multimillonarios contratos e impulsaban proyectos de conveniencia del ejecutivo, guardaban partidas para los consecuentes procesos investigativos, blindándose con benévola actuación de las mismas autoridades judiciales.
Vergonzante que en el reciente proceso investigativo se refiera el acusador a los magistrados acusados de la Corte Suprema como una organización criminal.
Más triste aun, la desfachatez de los congresistas implicados, quienes sin titubear se refieren a enormes sumas de dinero, como plata de bolsillo para comprar el pan de la mañana.
Pensamos haber tocado fondo cuando se descubrió que el “zar” anticorrupción, Gustavo Moreno, articulador de la organización criminal referida, cínicamente recontaba pormenores de su actuación dejando estupefacto a cualquiera. El descaro de los senadores Musa Besaile y Ñono Elias afirmando haber sido “extorsionados” y posteriormente “aceptada” la negociación es cuestión “de locos”.
Vergüenza universal cuando la sal se corrompe

Comentarios

Entradas populares de este blog

Juegos Panamericanos; De la Gloria de Cali al Infierno de Barranquilla

Centenaria costumbre de soportar el calor de temporada

¿Rebeldía o Anarquía?