Autopistas Urbanas

Hace mas de diez años la ciudad y el Departamento unieron esfuerzos para explorar la posibilidad de construir la primer autopista urbana del país. Dicho proyecto contemplaba atravesar la ciudad de norte a sur en su recorrido de 14 kilómetros en quince minutos, evitando el pesado trafico que transita por la congestionada malla vial de la actual infraestructura de la ciudad. 

Los recursos para dicho proyecto serian aportados por un inversionista privado quien recuperaría el capital de riesgo, con sus respectivas tasas de retorno económico, a través de la explotación de la concesión vial por un periodo de aproximadamente treinta años. 

La “Autopista Bicentenario”, nombre que se le dio al proyecto, emplearía el trazado del corredor férreo, con sus zonas verdes, perfilando espacio para ciclo rutas, andenes, vía férrea para el uso del tren de cercanías y dos dobles calzadas para el trafico automotor. El costo de construcción estimado era aproximadamente US $ 250 millones y peaje estimado de $ 4 mil en cada dirección.

No obstante, el recurso no lo aportaba el municipio, este debía comprometerse en garantizar el flujo vehicular estimado, tal y como operan las concesiones viales en el país. 

El proyecto fue atravesando consabidas zancadillas. 

El Concejo Municipal, las negativas apreciaciones de las veedurías ciudadanas, la sesgada óptica de movimientos ambientales, algunos gremios, el mismo Banco de Fomento Andino CAF y las eternas aves de mal agüero que presagian catástrofes apocalípticas, para quienes pensar en grande no es parte de su léxico, enterraron el proyecto. 

Unos años después la ciudad volvió a insistir en tres proyectos de infraestructura para mejorar la infraestructura vial estructurados como asociaciones publicas privadas de concesión vial urbana.  El primero contemplaba una vía perimetral atravesando la ladera caleña, el segundo la utilización del corredor vial de la autopista sur oriental y el tercero la ampliación de la vía Cali-Jamundí.

Jorge Iván Ospina, en sus primeras declaraciones como alcalde electo, vuelve a poner sobre la mesa otro proyecto de autopista urbana, esta vez, una mezcolanza de la vía perimetral de ladera con la solución del inconcluso megaproyecto vía al mar. 

Los proyectos de concesiones viales han madurado en los últimos años. Algunos han superado difíciles cierres financieros, otras han tenido que rediseñarse por imprevistas fallas geológicas y aun quedan las de primer generación con un sinnúmero de interrogantes que no fueron previstos en su momento por la inexperiencia en el sistema.

Cali continuará sumida en interminable e infinito nudo gordiano vial y de movilidad. Es momento de buscar alternativas fundamentadas en juiciosos estudios que permitan proyectar las obras que la expansión de la ciudad-región requiere. 

Dejemos atrás apreciaciones temerarias e infundadas y volvamos a pensar en grande. 


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