De modelo de transformación socioeconómica a la somnolencia de su dirigencia

 

 

Cali y el Valle del Cauca han sido pivótales para el desarrollo uniforme, sostenible y dinámico de la nación. Buenaventura, el puerto marítimo mas importante sobre el Pacifico, donde transita el 50% de las importaciones y exportaciones colombianas, transformó la región de una apacible despensa nacional de alimentos convirtiéndola en prospero eje socio económico. 


A lo largo de la historia llegaron numerosas empresas extranjeras y nacionales, encontrando excepcionales condiciones de logística para el desarrollo de sus actividades fabriles. Se confirmaba la tradición centenaria de “cruce de caminos”, no solamente por el arribo de foránea inversión, sino el aporte de un excepcional mestizaje multiétnico poblacional de abundante, hacendosa y emprendedora mano de obra. 

 

La dirigencia local fue visionaria. Aprovecho la inigualable oportunidad, generando condiciones y oportunidades, que permitieron por muchos años liderar procesos de transformación socio económicos, modelos ejemplarizantes para el país, tanto en el sector privado como el público. No se replegó ante las hordas de desplazados migrantes provenientes de empobrecidas regiones afectadas por adversos fenómenos naturales, el absurdo conflicto armado y narcotráfico. Contrariamente enfrentó con ahínco, dedicación y compromiso el reto. El sector fundacional ha sido y seguirá siendo ejemplo de compromiso y responsabilidad social trabajando incansablemente hacia un ordenamiento uniforme poblacional.

 

No obstante, el compromiso asumido, durante los últimos lustros la región ha venido sufriendo de una somnolencia abrumadora que se convirtió en irreparable divorcio entre la clase política y su clase dirigente. 

 

Atrás quedaron los esfuerzos mancomunados de modelos ejemplares de civismo, orden y liderazgo. Los intereses particulares empresariales y gremiales opacaron el interés colectivo común. La dirigencia menospreció la clase política considerándola una casta reprochable, sentimiento reciprocado por los políticos hacia la clase dirigente. Lamentable y lastimosamente no se dieron cuenta que con esa actitud de desprecio estaban cavando un enorme agujero, brecha que abrió el insaciable apetito de la corrupción estatal.

 

El saqueo al municipio transita a pasos agigantados. La descarada transformación de empresas del estado para burlar procesos de contratación transparentes, prístinos y objetivos ha hecho carrera. 

 

No tuvo limite el descaro cínico de contratar entrega de auxilios a principios de la pandemia a un costo tres veces por encima del promedio nacional. Tampoco se sonrojó la administración con el excesivo costo de la innecesaria feria virtual decembrina, en pleno pico pandémico. Hechos similares pasaron desapercibidos con la contratación de multimillonarias obras sin control contractual alguno en todas las dependencias, incluyendo institutos descentralizados. 

 

Semanalmente se destapan ollas podridas. Caso puntual es la reciente sub contratación entre las mismas empresas del estado Emcali y Emru, sin aparente razón fiscal ni técnica alguna. Y como para alquilar balcón, la contratación de EMCALI con empresas asociadas el zar de la corrupción nacional Emilio Tapia, personaje funesto, ampliamente conocido por el carrusel de contratación en Bogotá y el reciente escandalo de Centros Poblados, que tumbó la Mintic.

 

El silencio abrumador de los entes de control fiscal es comparable con el sepulcral de la dirigencia regional.

 

No se escucha voces de dirigentes gremiales, académicos y empresariales exigiendo la intervención inmediata de los organismos judiciales. Se cuentan en los dedos de la mano las voces solitarias de algunos concejales y congresistas denunciando los hechos, acompañados de un puñado de columnistas que hemos tenido el valor de narrar lo que señalamos desde nuestras respectivas tribunas.

 

"Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena". Mahatma Gandhi.

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