Nos equivocamos en la estrategia narrativa empresarial

 


“Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad”. Esta icónica frase atribuida al nazista Joseph Goebbels, me atrevo a expresar, jugó papel significativo en el resultado de la jornada electoral que eligió Gustavo Petro presidente.

 

Las más de cuatro décadas de la voz opositora de Petro, señalando la clase empresarial como responsable de las dificultades que aqueja la nación, hizo carrera. No en vano las nuevas generaciones que agitaron banderas de inconformismo y violentas protestas acuñaron en su léxico mentiras convertidas en realidad.

 

El sector empresarial colombiano, quizás por la cultura de humildad arraigada en nuestras creencias, se han sentido vergonzantes de su propia riqueza. Pero no es así. El emprendimiento, libertad individual, creatividad y riesgo inherente a emprender aventuras empresariales, forman parte de la creación de riqueza, como también se asumen perdidas ante las adversidades. 

 

Aquella que dinamiza la economía, crea empleo formal, contribuye fiscalmente y es fundamental en crear responsabilidad empresarial parece no haber llegado a los oídos sordos que visualizan el sector privado como el responsable de niveles de pobreza, desigualdad e inequidad.

 

Es el estado, en buena parte, quien debe hacer buen uso de los recursos que el sector productivo privado, la clase media y el empleo formal aportan. La concepción de un estado derrochador, burocratizado, corrupto e ineficiente es verdaderamente el responsable de alejadas brechas de pobreza.

 

Es incomprensible que en poblaciones donde el sector privado, en forma responsable, ha contribuido por décadas en su desarrollo social, económico y cultural, la votación favoreció los grupos que hoy ostenta el poder, basados en discursos de desequilibrio social.

 

El resultado, a mi parecer, es la equivocada estrategia de la narrativa empresarial.

 

En vez de pregonar su compromiso, dejaron en manos de una amañada libertad de expresión convencional y en redes sociales, infundadas versiones de riqueza.

 

El sector fundacional, apoyado con aportes y donaciones del sector privado, vinculado al desarrollo socio económico pasó silenciosamente inadvertido. 

 

Es inexplicable, por ejemplo, que en el sector salud privado, como el caso de la Fundación Valle del Lili de Cali, ejemplo y modelo filantrópico excepcional, generadora de ocho mil empleos directos formales, catalogada como de las mejores clínicas en América Latina, baluarte de salud, bienestar, investigación, formación académica y buen clima laboral existiera inconformismo de sus colaboradores, expresado en las urnas, de cambiar lo establecido.

 

Irracional también es no apreciar la contribución a la humanidad de la Organización Luis Carlos Sarmiento, señalado injustamente con cantos de sirena, superando 115 mil empleos formales, destinando la donación de una cifra superior a US $ 400 millones, en la creación del más moderno Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer. 

 

Fundaciones como Corona, Carvajal, Alvaralice, Nutresa, Caicedo González, Bancolombia, Santo Domingo, Pies Descalzos, Mayagüez, Manuelita, Carlos Ardila Lülle, Club Campestre de Cali, y cientos de organizaciones con compromisos similares en todo el territorio nacional, comprometidas en programas de inversión social hacia logros de mejoramiento de niveles de desarrollo humano en primera infancia, competencias, educación de calidad, cadenas de valor, tanto en el sector rural como urbano, pasaron inadvertidas ante el equivocado lamento de justicia social. 

 

Iniciativas ejemplarizantes como la gestada por Propacífico, Cámara de Comercio de Cali, Andi, Comfandi y Unidad de Acción Vallecaucana denominada Compromiso Valle, con aportes de donaciones por encima de $ 55 mil millones, como herramienta de impacto colectivo y modelo de transformación social dirigido a poblaciones vulnerables, merecen destacada amplificación.  

 

El sector gremial comprometido con centros de desarrollo e investigación, formalización de empleo, impulsadoras de obras por impuestos, defensoras de sus respectivos sectores, también faltaron en comunicar profusamente su permanente compromiso.

 

Los centros de pensamiento, Instituto de Ciencias Políticas (ICP) y Visión Colombia 2022, por solo mencionar dos, referentes en formación política y liderazgo juvenil, actuaron reservadamente en su gran contribución hacia modelos de desarrollo humano.

 

No podemos callar como ricos vergonzantes. La estrategia narrativa debe cambiar.

 

La misión empresarial, filantrópica y fundacional debe ser comunicada efusivamente, sin equivocaciones. No para silenciar voces de inconformismo que equivocada e irresponsablemente lo señalan, sino para aportar soluciones al dialogo del Gran Acuerdo Nacional del presidente electo. 

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