El día de las velitas

 


La luz simboliza la presencia de la divinidad. La primera mención se encuentra en el libro de Genesis, en el relato de la creación, con las primeras palabras de Dios, cuando dice; “Sea la Luz”. En múltiples menciones bíblicas posteriores del viejo testamento fue asociada con la fe, salvación, esperanza y liberación de tinieblas espirituales. En el nuevo testamento, los evangelistas resaltan el significado de la luz como símbolo de rectitud y claridad ética.

 

Pero quizás, el principio de la Inmaculada Concepción nace con el relato del evangelio de Lucas en su primer capítulo cuando expresa “. . . Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Pero ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. . .”

 

Este reconocimiento del significado espiritual llevó a que el Papa Pio IX proclamara, en 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. 

 

Los feligreses reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano, al escuchar el anuncio, iluminaron el lugar con velas, dando inicio a la tradición que se celebra el 7 de diciembre, como vigilia de la fiesta del 8 de diciembre.

 

Colombia adoptó la tradición del significado de solidaridad, recogimiento y reconciliación como símbolo de esperanza, paz y unidad, al encender las velas que representan luz divina.

 

Pero no solamente es la tradición espiritual la que se celebra. Es el inicio de la temporada decembrina de Navidad. 

 

Los vecinos reunidos en las calles de los barrios colocan cientos de velas en los andenes y se encienden hasta que se consuman. Mientras tanto, se destapan los manjares de temporada de buñuelos, natilla, brevas con arequipe, panetón, hojaldras, manjar blanco y torta negra. Se prende pólvora, los niños dibujan imágenes con las luces de bengala y los adultos celebran con aguardiente coreando los villancicos de temporada. Y algunas ciudades encienden el alumbrado navideño.

 

Ojala en esta ocasión las millones de velas prendidas en el territorio nacional sean el símbolo de luz que necesitamos para iluminar el destino que merecemos como nación, liberándola de las tinieblas del rumbo pagano errático desestabilizante, polarizante y de resentimiento, que pretende dividirnos como pueblo fraternal, multiétnico y hermanado.

 

Foto cortesía de caliescribe.com


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