La violencia política atemoriza a Colombia

 


Colombia ha experimentado conflictos a lo largo de su historia. La guerra de los mil días, disputada entre 1899 y 1902, en la cual se enfrentaron los partidos tradicionales Liberal y Conservador, fue un evento significativo en el primer siglo de independencia del país. No obstante, las disputas argumentativas no violentas entre los partidos continuaron durante las primeras cuatro décadas del siglo pasado.

 

Un joven político, quien a sus veinticinco años había logrado curul en la Cámara de Representantes (1929), distinguido como presidente de esa corporación (1931), ocupando las carteras del Ministerio del Trabajo (1936-37), posteriormente como ministro de Educación y alcalde de Bogotá (1936), desafió las estructuras tradicionales partidistas. Gran orador y defensor de causas populares consideró, como disidente de su partido liberal, que en 1946 era su momento para aspirar a la presidencia del país.

 

Pero la violencia política cegó su aspiración. El 9 de abril, Jorge Eliecer Gaitán, fue asesinado en Bogotá con lo cual se recrudeció el conflicto. Las protestas generaron el infame caos conocido como el Bogotazo, antesala del oscuro periodo de La Violencia. El crimen atribuido al autor material Juan Roa Sierra quedó en la impunidad. Las teorías de conspiración atribuidas a agentes externos se han vuelto leyenda urbana.

 

El evento desencadenó una época de desestabilización democrática llevando al país a la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla (1953). Una vez derrocada la dictadura e instaurada la junta militar el 10 de mayo de 1957, las comisiones lideradas por el estadista liberal Alberto Lleras Camargo y el conservador Laureano Gómez lograron unir los partidos tradicionales mediante acuerdos democráticos creando el Frente Nacional, suscrito en Benidorm, España (1956), el Pacto de Marzo (1957) y consolidado finalmente con el Pacto de Sitges, España el 20 de julio de 1957 alternando periodos presidenciales (1958-1974), y así conquistando la paz política.

 

Quince años después del periodo del Frente Nacional, la historia política violenta se repetía. Fue asesinado en Bogotá Luis Carlos Galán (1989), seguidos de asesinatos de los candidatos presidenciales Carlos Pizarro (1990), Bernardo Jaramillo Ossa (1990), Álvaro Gómez Hurtado (1995) y el atentado contra Ernesto Samper Pizano (1989), en el cual falleció el dirigente de la Unión Patriótica, José Antequera.

 

Las investigaciones criminales no pasaron de la primera etapa de autoría material. Los autores intelectuales nunca fueron comprobados cobijados por las espesas cortinas de humo y pruebas inconcluyentes.

 

Igual sucederá con el ultimo atentado contra Miguel Uribe Turbay (2025). El menor capturado, con serias dudas de su verdadera edad; el arma utilizada, similar a la de dotación de la UNP; los acompañantes motorizados que rondaron el parque de Modelia; un celular extraviado; apodos de sus contactos; valor ofrecido al sicario por el crimen y sus declaraciones, serán las únicas pruebas que los organismos de criminalística aportarán al proceso judicial, pese a los cientos de videos logrados en esta ocasión.

 

Ojalá este reciente atentado no quede en la impunidad de grandes crímenes. 

 

Sin embargo, el hecho cambiará la forma tradicional de hacer política. Las masivas manifestaciones, concentraciones en plaza pública, el contacto personalizado e improvisados almuerzos típicos en las galerías, quedarán en los anales de la historia.

 

Ojalá el país encuentre estadistas de la talla de Lleras Camargo y Gómez, para brindar la paz política que la nación clama, en vez de desafiantes acusaciones polarizantes que atemorizan el país y que en nada contribuyen al equilibrado desarrollo social, político y económico de Colombia.

 

Cobra importancia el pensamiento del filósofo español Santayana; “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”

 

Foto cortesía de caliescribe.com


Comentarios

Entradas populares de este blog

El desplome del alcalde Eder

La jugada maestra de Jaime Gilinski

¡Esto es cuestión de pandebono!