Inseguridad rampante
Los recientes acontecimientos de inseguridad
presenciados en la ciudad son alarmantes.
Las estadísticas de homicidios registran
incrementos superando cifras del año pasado convirtiendo la ciudad en una de
las capitales latinoamericanas más violentas. Los atracos callejeros, robos de
celulares, micro tráfico e incursión de bandas criminales descaradamente
amenazando comensales en un restaurante ponen de manifiesto la impotencia
ciudadana, movilizándose campantemente contraviniendo la prohibición del
parrillero en motocicleta. Pandilleros desquiciados, encapuchados en
manifestaciones universitarias ocasionan actos vandálicos a la infraestructura
del MIO, generando suspensión del servicio de transporte y formando caos
vehicular que infartan la movilidad ciudadana.
La comuna 22, donde el Alcalde Armitage
obtuvo la mayor votación porcentual entre sus contendores, otrora ejemplo y
modelo nacional de convivencia y seguridad ciudadana, es azotada por bandas
organizadas de robos residenciales. Se han denunciando 22 hurtos en lo corrido
del año y otros tantos no denunciados en razón a la inoperancia de la justicia.
Ante este nefasto panorama, que manifiesta
falta de autoridad y competencia, la administración municipal se recuesta en
consabidas soluciones inocuas, inertes y cortoplacistas. Considerar la
militarización de la ciudad, medida de choque extremo, es admitir el fracaso
del actual modelo policial. Aumentar el pie de fuerza de la Policía, con
agentes recién graduados, inexpertos, en proceso de formación, sin haber sido
expuestos a patrullaje en zonas de conflicto es un saludo a la bandera. El
pie de fuerza policivo debe estar activamente en patrullaje y no parqueados en
intersecciones o encuartelados en las estaciones de Policía.
El tema es responsabilidad
primordial en la agenda de gobierno. El alcalde, como primera autoridad, está
en obligación de implementar medidas que garanticen la seguridad. Es el momento
de introducir iniciativas como la estrategia de “Tolerancia Cero”, implementada
exitosamente por al alcalde Giuliani en Nueva York, cuando esa capital
afrontaba situación similar, anteponiendo la autoridad, haciendo respetar la
ley, la impunidad e incluyó, como delito inalienable, la corrupción al interior
de las instituciones involucradas en el proceso. Tolerar y no sancionar delitos
menores propician cometer delitos de mayor gravedad.
La municipalidad, quien aporta
recursos a la Policía Nacional, debe exigir resultados medibles
estadísticamente. Sería mejor inversión profesionalizar, educar y capacitar la
fuerza pública, creando un cuerpo “elite”, competente en inteligencia militar,
en vez de disponer recursos en dotación de equipamiento, el anunciado
helicóptero, pie de fuerza y
reacondicionamiento de instalaciones, rubros que deben ser la contrapartida a
cargo del presupuesto nacional.
Sitios conocidos de alta
peligrosidad deben ser intervenidos, vigilados y monitoreados apoyándose en la
infraestructura de cámaras de vigilancia puesta en operación este año.
La aplicabilidad y conveniencia de la
medida de desarme para Cali es vital. En Bogotá y Medellín, la medida ha
ayudado a disminuir la tasa de homicidios. Existen estudios de comprobación
científica que confirman disminución estadística de las tasas respectivas,
cuando se ha aplicado el desarme. Por ello es inaplazable, y como medida
impostergable, emplear esta herramienta.
Señor Alcalde, no deje que la
ciudad y su problemática se le salgan de las manos.
De acuerdo con el desarme siempre y cuando que se aplique a los hampones también y no solamente a los legales tenedores de armas.
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