Improvisación, desespero del caos vehicular
La administración
municipal de Jorge Ivan Ospina, proyectó veintiún grandes obras de
infraestructura, bautizadas como megaobras. Era la primera gran inversión de la
ciudad del presente siglo, después de quince años de rezago en obras publicas.
Fundamentado en la
estrecha situación fiscal del erario municipal acudió a la figura jurídica de
la contribución por valorización, empleada exitosamente en el pasado caleño y
ejemplarizada en Medellin.
Lamentablemente, por
falta de un verdadero y estructurado
plan vial de ciudad, las obras proyectadas, sin diseños definitivos, duplicadas
en más de cuarenta frentes de trabajo, tropezaron por falta de adecuada
planeación financiera, y como era de esperarse, excedidas de los presupuestos
inicialmente apropiados.
El galimatías que ha
padecido la ciudad, contribuyentes y población, en los casi diez años desde el
primer anuncio de la obras, ha sido interminable. Los retrasos se convirtieron
en recortes, estos a su vez en obras inconclusas y algunas jamás iniciadas,
pese a la buena fe del contribuyente quien aportó con el pago de la
contribución por valorización.
La administración
del Alcalde Rodrigo Guerrero, quien sucedió a Ospina, se encontró ante un nudo
gordiano jurídico, y ante esa realidad, intentó iniciar algunas obras acudiendo
al interés regional financiándolas con recursos de regalías.
Desafortunado
histórico para el alcalde Guerrero y la ciudad que su socio e impulsador político,
Ubeimar Delgado, llegado a la Gobernación del Departamento, por arte de birlibirloque,
se convirtiera en principal enemigo de la figura negando emplear recursos de
regalías para realizar obras prioritarias y estratégicas para la ciudad-región.
La administración
del bien intencionado Armitage, poco o nada ha evolucionado en desarrollar
planes contingentes para finiquitar el embrollo, no obstante la situación
fiscal del municipio ha evolucionado positivamente, por las actuaciones de la
anterior administración.
Hoy la ciudad
ansiosamente espera se concluyan las megaobras, cuyo desfase presupuestal supera
los mil millones de pesos.
Incoherente con esta
realidad, la administración ha presentado al Concejo Municipal se le autorice
endeudamiento de vigencias futuras para otro paquete de obras de menor cuantía,
sin plan vial integral de ciudad-región, estudios previos, diseños definitivos,
presupuestos ajustados, conectividad aparente, sin compromiso formal de la
nación en vías de su competencia y, lo más importante, sin finalizar el paquete
original de obras inconclusas.
La improvisación,
por el desespero del caos y embrollo vehicular que padece la ciudad, no es
óbice para recurrir a la planeación formal de un verdadero plan vial integral
de movilidad intermodal.
No transitemos de
mega obras inconclusas a mini obras del desespero.
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