Tumaco, una bomba de tiempo



En épocas pre colombinas predominó, en el sur colombiano y norte ecuatoriano la cultura Tumaco-La Tolita (600-300 A.C.) dejando un bello legado milenario en orfebrería de oro, mascaras ceremoniales, figuras antropomorfas y cerámica.
Buenaventura y Tumaco, cuentan con inmensas bahías capaces de recibir buques de gran calado. Ellas dan lugar a la más importante infraestructura portuaria marítima del Pacifico colombiano.  Corredores naturales para un dinámico desarrollo económico nacional.
Su pacifica población afrocolombiana aporta expresiones artísticas y culturas que enriquecen nuestro folclor y sentido patrio. La veintena de jugadores de futbol tumaqueños han deleitado los amantes de este deporte.
En 1966, el puerto de Tumaco, se convirtió en el destino final del Oleoducto Transandino, transportando la riqueza petrolífera de Caquetá y Putumayo, hoy repotenciado para una capacidad de 85 mil barriles diarios.
Sin embargo, Tumaco, la Perla del Pacifico, igual que las poblaciones del litoral pacífico, es una región abandonada y desatendida por el estado colombiano, dejando su desarrollo, única y exclusivamente a las fuerzas del mercado del sector privado.
Las extensiones de palma africana, cultivo propicio en el clima húmedo tropical típico de la región, convertida en esperanza y desarrollo agroindustrial formal, sufrieron un revés con la enfermedad de pudrición del cogollo, arrasando buena parte del cultivo, generando desempleo, multimillonarias pérdidas y un desplazamiento poblacional hacia los centros urbanos del sur occidente colombiano.
A esta situación se sumó la presencia de grupos insurgentes, con atentados permanentes sobre la infraestructura del oleoducto, pero quizás lo más relevante fue la protección y explotación de cultivos de hoja de coca, absorbiendo la mano de obra cesante, dinamizando su consecuente e inusitado crecimiento.
Desde 2002, Tumaco sumado Putumayo y Cauca, se ha convertido en la mayor productora de cultivos ilícitos y de clorhidrato de cocaína, cifra estimada en 55% de la producción, según estudios de la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) para 2016.
La falta de presencia de autoridad y orden, la eliminación, aduciendo insubstanciales argumentos de salud, de aspersión aérea y la declaratoria de zonas de transición durante el proceso de paz del gobierno Santos, fortalecieron los cultivos, la producción y consecuentemente la utilización de los corredores naturales fluviales hacia sus puertos marítimos destinados a los mercados externos de consumo.
Los confusos hechos violentos recientes donde fallecieron campesinos, en la vereda El Tandil, que adelantaban protesta contra la erradicación de cultivos, enfrentados a la autoridad policial, es tan solo la punta del tempano que pone al descubierto la complejidad que el estado afronta y enfrenta ante el inocultable flagelo de cultivos ilícitos y producción de cocaína.
Los potenciales efectos devastadores para la economía y población local, y su secuela a nivel nacional, continental y global de la erradicación, deben mitigarse con una proyección viable de sustitución de cultivos ilícitos, donde prime la cordura, la autoridad y coyunturas sensatas de cultivos agroexportables. Es cuestión clave de altísima prioridad, transformando una amenaza en una oportunidad.

La bomba de tiempo que la situación provoca es asunto clave de la contienda electoral.

https://www.youtube.com/watch?v=apfpjP4US3w

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