Un acuerdo espurio
Hace veinte meses, los simpatizantes del NO del plebiscito de Octubre,
exponíamos dudas sobre la negociación del Acuerdo de la Habana, traducido en
mamotreto de más de 300 páginas llenas de inconsistencias jurídicas y constitucionales
que ponían en peligro la esencia del estado de derecho.
Connotados juristas, de probada experiencia y
profundo conocimiento, esbozaban juiciosamente con argumentos de sapiencia
fundamental el peligro que corríamos ante semejante exabrupto. Las voces calificadas
de Fernando Londoño Hoyos, ex ministro de Justicia, Rafael Nieto Loaiza,
precandidato presidencial y Jaime Castro, ex ministro de gobierno, entre otros,
se sumaban en manifestaciones críticas pero certeras.
Desde la arena política, Álvaro Uribe Vélez,
y la bancada del Centro Democrático, se enfrentaba con apoyos de Andrés
Pastrana, tema que concilió las diferencias entre los ex mandatarios, Marta
Lucia Ramírez y la representación masiva de grupos políticos cristianos, ante
una solida bancada “enmermalada” liderada por el camaleónico Senador Barreras y
el Ministro del Interior de la administración Santos, Juan Fernando Cristo
Bustos.
El populismo santista argumentaba polarización
entre pacifistas y guerreristas. Nada más opuesto a la realidad. Todos queremos
la Paz. Jamás los simpatizantes del NO,
como la mayoría de colombianos, queríamos continuar el derrame de sangre
hermana del más prolongado conflicto armado de la historia.
Nuestra oposición radicaba en la
conceptualización de la entrega paulatina de la más antigua y preciada
democracia de América Latina al débil y fracasado modelo socio económico,
conocido como el Socialismo del Siglo XXI, patrón que había empobrecido la
hermana Venezuela, hacía estragos en el continente y era apoyado
ideológicamente por la dictadura sexagenaria cubana.
Las comisiones negociadoras, con Humberto de
la Calle, en representación del gobierno y Rodrigo León Jiménez, “Timochenko”,
cabeza visible de las FARC, apoyado por el español Enrique Santiago Romero
esbozaron las bases del sometimiento de nuestra institucionalidad. Se creaban
figuras de reforma agraria, impunidad de delitos de lesa humanidad, amparaba
prácticas delincuenciales del cultivo de hoja de coca, tráfico de narcóticos y
no castigaba el resurgimiento de la disidencia.
La entrega del país, sus instituciones, la
reforma constitucional de profundo impacto, era algo que no valía la pena
sacrificar.
El plebiscito mostró que la mayoría
calificada electoral estábamos en lo cierto.
“El acuerdo no es perfecto pero si es el
mejor posible” vociferaba De la Calle. La capacidad de maniobra del poder
político y económico presidencial, amordazaba los medios y se presentaba
internacionalmente como el logro más importante de nuestra historia reciente,
imagen que le mereció el Nobel de Paz a Juan Manuel Santos.
Los acontecimientos de los últimos días han
mostrado que no estábamos equivocados.
El elegido congresista, por acuerdo de
curules entregadas a los integrantes de las FARC, Jesus Santrich, negociaba
10,000 kilos de cocaína con los carteles mexicanos, hecho comprobado por
autoridades norteamericanas, quienes lo han pedido en extradición, para ser
juzgado en Estados Unidos. Miles de millones de pesos, entregados por gobiernos
amigos, administrados irregularmente, convertidos en foco de corrupción, cuyo
gestor, Marlon Marín, también pedido en extradición, socio de Santrich y
sobrino de Ivan Marquez, dilapidaba los fondos públicos y privados para la paz.
Tres periodistas ecuatorianos fueron asesinados vilmente, por alias “Guacho”,
disidente de una columna de las FARC, en el sur del país.
Escenarios que arguyen los bandidos deben ser
sometidos equivocadamente a la Justicia Especial para la Paz (JEP), dando
continuidad a una delincuencia amparada, al incumplimiento de los acuerdos y la
entrega del país a los narcoterroristas que protegen el mayor cultivo ilícito
de coca del mundo.
Una vergüenza para el pais, Santos, su premio
Nobel y sus candidatos presidenciales, que pretenden engañar con la continuidad
de una política equivocada, malsana, perniciosa y corrupta.
En hora buena, en plena etapa electoral, se
destapa la verdad palpable de un acuerdo espurio.
Comentarios
Publicar un comentario