El delirante populismo de Petro


Colombia sin chequera petrolera, como Venezuela, se convertiría en la Cuba del siglo XXI.

 Sus logros académicos, acompañados de una sagaz inteligencia, rubricada por uno de los mejores puntajes del ICFES, becado en la Universidad Externado de Colombia, graduándose como Economista, con posteriores especializaciones en Economía en la Escuela Superior de Educación Pública, ESAP, y Universidades Javeriana y Jorge Tadeo Lozano, Derechos Humanos en Leuven (Belgica)  e inconclusos estudios doctorales en administración publica en Salamanca (España), perfilan una solida y estructurada formación.
Rebelde, revoltoso e inquieto, integró el grupo guerrillero M-19.
Participó activamente en las acciones terroristas y delictivas del M-19 y por ello fue privado de libertad por porte ilegal de armas. No obstante, como uno de los cabecillas del grupo, logró incorporarse en las negociaciones de paz del gobierno con el grupo alzado en armas, convirtiéndose en vocero democrático del naciente partido. Su carrera política, de casi treinta años, lo ha llevado de personero en Zipaquira, Representante a la Cámara, Senador de la Republica y Alcalde de Bogotá, logrados electoralmente en representación de la izquierda colombiana, conquistando un circunspecto e incauto electorado con su facilidad discursiva y promesas incumplidas de cambios estructurales.
Ahora en campaña por la Presidencia de la Republica, con elocuente oratoria, facilidad de comunicar abstractos en lenguaje popular, utiliza el polarizante y populista discurso de ricos y pobres.
Promete, como lo hizo en campaña para la Alcaldía de Bogotá, gratuidad en educación, salud, alimentación escolar, servicio público de agua, subsidios, reformas en lo agrario, en minería extractiva y medio ambiente, ofrecimientos que sabe no cumplirá, por la complejidad legislativa y administrativa que ello conlleva, sin importarle sea descalificado por el desgreño administrativo, desorden y retroceso de su Alcaldía.
Ideológicamente pregona el discurso socializante del castrochavismo del siglo XXI, modelo de desarrollo socio económico fundamentado en la estatización del aparato productivo, con altos subsidios a la población, lo cual ha llevado a Venezuela a su inviabilidad, miseria y pobreza absoluta.
Cambiar la estructura económica del petróleo y minería extractiva, aduciendo razones medio ambientales, por cultivo de aguacate limita con lo absurdo. Expropiar, confiscar o eventualmente comprar tierras y complejos agroindustriales, con emisión de títulos que jamás podrán ser monetizados, para democratizar la tenencia de la tierra, sin garantizar un desarrollo económico y financiero y un milagro agrario es utópico.
No menciona el candidato que en Colombia el 40% de la tierra esta asignada, desde hace más de dos décadas, a comunidades indígenas, colectivos campesinos y afrodescendientes, sin que esa tenencia obtenga réditos de desarrollo social, económico y potencialidad agraria, como engañosamente pretende proyectar.
Ahuyentar la inversión privada, nacional y extranjera, generadora de empleo formal y contribuyente fiscal, aduciendo nacionalismo, en un mundo globalizado es suicidamente alejado de la realidad.
Colombia sin chequera petrolera, como Venezuela, se convertiría en la Cuba del siglo XXI.
La nación se postraría como la sub desarrollada nación caribeña, aislada del mundo,  entregada a mendigar e intercambiar ideología izquierdista por subsidios económicos para sobrevivir, como los recibió Cuba de la Unión Soviética y China, bastiones de la guerra fría de lucha por poder global, y más recientemente Venezuela con el místico sueño libertario de Hugo Chávez.
No estamos enfrentados a la incompetencia, inopia e ignorancia de un candidato. Gustavo Petro, sin importar el futuro del país, ilusiona su idilio de ser el sucesor de una pretérita ideología continental, aprovechando la ingenuidad de un electorado que le sirve fanáticamente a su estrategia electoral.
Nos enfrentamos al egocentrismo, codicia y ambición de un ególatra delirante por poder. 

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