Prohibido Parquear


Hace ya más de diez lustros, cuando la población de Cali se acercaba a su primer millón y los alcaldes no eran elegidos popularmente sino nombrados por el Gobernador y el Presidente de la Republica, la ciudad respiraba un legendario civismo.
Era ejemplo y referente nacional de convivencia y respeto a la autoridad que lamentablemente, se fue extinguiendo con el tiempo. Eran épocas de administradores públicos probos. Prestaban su concurso comprometidos en impulsar ejecutorias hacia el bien común, desarrollo socio económico, planificación ordenada, fortalecimiento de sus empresas públicas, respeto al espacio público, la ley y normas de pacífica armonía.
Fue por esos años, que el legendario Secretario de Transito, Marino Caicedo Carvajal, con “walkie-talkie” en mano, montado en carros grúas, despejó el centro de la ciudad, invadido por el mal parqueo en sus estrechas calles que obstaculizaban el flujo vehicular.
Los patios de transito desbordaron su capacidad. La infracción del mal estacionamiento, pese a las presiones recibidas de ilustres amigos de los alcaldes de turno, no eran negociables, condonables, ni mucho menos objeto de coima alguna.
En la reciente administración del Alcalde Guerrero, la ciudad volvió a sentir la mano firme del Secretario de Transito, Alberto Hadad L., inflexible y severo en hacer respetar la norma y ley. Al igual que en aquella lejanas épocas, los ingresos por multas se multiplicaron utilizándose eficientemente para la modernización de la dependencia.
Lo logrado por Hadad, a quien nunca le tembló la mano de autoridad, pese a las amenazas recibidas, se fue desapareciendo en la actual administración. Se creó una cortina de humo, desestabilizando la institucionalidad de un cuerpo estructurado, con 45 años de permanencia, nombrando, primero, un miembro activo de la Policía Nacional, sucedido meses después, por un técnico de escritorio, embelesado con el rimbombante nombre de Secretario de Movilidad.
La conducta del mal parqueo, pese a ser profusamente señalizada como prohibición constitutiva de infracción sancionable ($390,000), en paletas y en el suelo, es continuamente pisoteada y violentada.
Las arterias viales de la ciudad invadidas por vehículos y motocicletas mal parqueadas a ambos lados de la vía, estrechan los carriles, dificultando y disminuyendo velocidad y fluidez del tráfico.  Vehículos mal estacionados en los paraderos del transporte masivo, obstaculizando la maniobrabilidad de los pesados equipos rodantes. Los alrededores de los centros comerciales, de salud, colegios y universidades atropellados por el mal estacionamiento de servicios formales e informales de carga y pasajeros. Cruces de grandes avenidas, instituidos por buses intermunicipales como terminalitos, dejando y recogiendo pasajeros en zonas vedadas. Proliferación de pequeños centros comerciales, gimnasios y autoservicios, la mayoría aprobados sin requisitos mínimos de estacionamiento, talleres callejeros operando, clandestinamente, son apenas ejemplos de la punta del tempano del caos vehicular de la ciudad.
Redoblar esfuerzos, aprovechar modernos dispositivos tecnológicos e imponer sanciones de ley a la invasión del espacio público del rebasado parque automotor es el clamor ciudadano.
La solución no está únicamente en costosas obras viales, simplemente se necesita autoridad.

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