Rappi, un juvenil emprendimiento, innovador y exitoso


Hace un poco mas de cuatro años, tres amigos, menores de treinta años, soñaban en abrir negocios innovadores. Habían dedicado su tiempo en desarrollar paginas web, jugueteaban con el dinámico modelo de aplicaciones móviles con emprendimientos creativos y algunos desarrollos habían logrado vender al sector comercio. 

El líder del grupo es egresado de colegio bilingüe caleño y de la Universidad de Los Andes, en Bogotá. Había heredado la disciplina, casi militar de su padre, combinado con el don de gentes de su madre, atributos que permitieron convertirse en conductor de un incipiente negocio, generando credibilidad y confianza entre colaboradores, inversionistas y usuarios. 

Imaginaban y soñaban en transformar el negocio tradicional de la “tienda de la esquina”, aquel modelo de vecindad, que venia perdiendo espacio con el crecimiento caótico de las ciudades colombianas, en modelo futurista de sostenibilidad local, fundamentado y soportado en novedades tecnológicas. 

Al inicio la estrategia consistía en mapear un vecindario, inventariando los negocios que ofrecían algún servicio y por otro lado el registro de sus residentes. Establecieron una aplicación para teléfonos móviles ofertando los productos de los negocios del vecindario, ampliamente conocidos por sus residentes, ofreciendo entrega a domicilio en menos de una hora. Era un “gane-gane” de oferta y demanda.

En la etapa de dar a conocer la innovación se paraban en las esquinas del barrio seleccionado regalando “donuts” a los vecinos para que en contraprestación bajaran el aplicativo. Sin ningún tipo de inversión en inventario de productos, sencillamente eran unos facilitadores de servicios similares perfilados en Estados Unidos, Europa y Asia. Convirtieron la facilidad del domicilio en fortaleza de logística.

Simón Borrero, fundador e impulsador, no se detuvo en el éxito del primer barrio. Visionó que el reto y éxito radicaba en crecimiento rápido. A la vez que tocaba las puertas, ya no a pequeños negocios, sino ofreciendo el servicio a grandes almacenes, también buscaba inversionistas para su consentida creación.

Consciente de la limitación cultural del inversionista local en nuevas empresas, no dudo en buscar en la aldea global, el mundo contemporáneo de la generación de “millenials”, capital semilla para su emprendimiento. Proyectó su negocio, en la meca californiana de “Silicon Valley”, convenciendo importantes fondos en apoyar su iniciativa.

Bastó una idea, perseverancia y fe ciega de su emprendimiento para lograr financiar el negocio y su crecimiento.

En los tres años desde su inicio, Rappi ha crecido a tasas del 35% mensual (400% anual). Es considerada el primer unicornio colombiano, empresa de tecnología aplicada, valorada en monto superior a US$ 1200 millones, generando más de 3000 empleos con presencia en ocho países y 500 mil usuarios.

Recientemente el diario La Republicale otorgo la distinción de Empresario del Año, galardón entregado por la Presidencia de la Republica. Iván Duque ha sido abanderado de la revolución generacional en proyectos de emprendimiento como estrategia de crecimiento y desarrollo económico. 

Rappi es ejemplo vivencial del pregón de economía naranja. 

Ojalá los sueños de miles de jóvenes emprendedores fundamentados en modelos de libre mercado no sean truncados por excesiva reglamentación, controles inapropiados, tributación confiscatoria y abusos de autoridad del sinnúmero de institutos de vigilancia, propios de un modelo de estado arcaico que genera obstáculos en vez de facilitar la inversión, empleo y dignidad del emprendedor.

Es ahí donde se requiere simplicidad.  Imperativo reducir el abultado y costoso aparato del estado, dejando que florezcan iniciativas que permitan generación de empleo, riqueza, tributación acorde y desarrollo socio económico.

Gracias Simón, Sebastian y Felipe por enseñarnos que los sueños convertidos en realidad, acompañados de tenacidad, voluntad, disciplina y constancia son patrón de éxito.

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