Merienda de Petristas

 


Hace un par de siglos se acuño un modismo similar, el cual es definido en el diccionario de la Real Academia Española registrado como “Confusión y desorden en que nadie se entiende”. 

 

Es precisamente lo que hemos presenciado en los últimos días, después de las revelaciones periodísticas que la periodista Vicky Dávila hizo en la Revista Semana. La denuncia aterradora de la niñera al servicio de la jefe de gabinete de la presidencia, Laura Sarabia, dejó al descubierto una serie de estremecedores interrogantes.

 

Cuando avanzábamos en los episodios narrados por Marelby Meza nos acordábamos de las horrendas prácticas de la Gestapo Nazi o de la KGB Rusa. El conductor asignado a la jefe de gabinete había recogido a Marelby en su humilde vivienda en el sur de Bogotá, un domingo, día de descanso. La había llevado, no al apartamento de Sarabia, sino a los fríos y oscuros sótanos del palacio presidencial. Ahí, por cuatro horas, privada de libertad y de su legítimo derecho a ser asistida por abogado, le obligaron firmar un consentimiento de someterse al polígrafo e interrogada vehementemente por inquisidores funcionarios. 

 

Todo este absurdo, opaco y atemorizante hecho fue fundamentado en la sospecha del robo, de una suma, hasta ahora indeterminada, que la jefe de gabinete Sarabia decía había sido sustraído de su apartamento.  Abusando del poder, como alta funcionaria del gobierno, orquestó además la interceptación de la línea telefónica de la niñera, bajo la presunción de haber trabajado al servicio de una banda criminal.

 

Cuando pensábamos la novela terminaba, Sarabia acusó al embajador colombiano en Venezuela, de ser el conspirador del bochornoso acontecer. Armando Benedetti, al igual que Sarabia, cercanos al presidente Petro y escuderos de su campaña presidencial, sacaron sus trapos al sol. Siguieron la trama de novela, lucubrando que Benedetti había llevado en vuelo charter a la humilde mujer a Venezuela y así planear destapar el despotismo de la joven funcionaria.

 

Abuso de poder, interrogatorios vergonzantes, presunción de corrupción, chuzadas telefónicas, violación de derechos humanos, situaciones que Petro condena ideológicamente, sucedían bajo sus propias narices. No tuvo alternativa diferente a sacrificar sus colaboradores y apartarlos del gobierno. 

 

Lo acontecido deja un sinsabor de desgobierno. Petro tiene que aterrizar a la realidad de lo que está pasando al interior de su gobierno. No puede seguir discursando en versos románticos de salvación del planeta, cuando se derrumba su gobierno del cambio.

 

En diez meses ha venido perdiendo sus mas leales alfiles y peones. Las reformas de salud, laboral y pensional hacen agua. Equivocadas pretensiones dictatoriales desconociendo la independencia constitucional de las ramas de poder no le hacen bien. Las elecciones de octubre, las cuales podían fortalecer su ideología, naufragan en corrientes tormentosas. Su credibilidad y favorabilidad tocando niveles deplorables.

 

Se está quedando solo en su esotérica torre de marfil, desconectado de la realidad, mientras su gabinete da muestras del jolgorio de antaño; una verdadera “merienda de petristas”.


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