El reverdecer de Cali

 


Los incendios forestales en Canadá este año, reportados como los más devastadores en décadas, han afectado más de 3 millones de hectáreas. El humo se ha sentido en el norte de Estados Unidos. Nueva York, Washington, Chicago han sufrido cientos de miles de cancelaciones de vuelos aéreos, dejando en tierra millones de viajeros. Los incendios han arrojado más de 55 toneladas de emisiones de carbón a la atmosfera, tan solo en el mes de mayo, la cifra más alta desde que se monitorea el fenómeno.

 

El equipo bomberil ha recibido apoyo incondicional de Estados Unidos, Sud Africa, Australia y Nueva Zelandia. Pero aun así ha sido imposible controlar el desastroso fenómeno.

 

El gobierno nacional, a través de los respectivos ministerios, alerta sobre el fenómeno del niño, época de altas temperaturas, poca pluviosidad y sequía. Sin embargo, los anunciados cambios climáticos aun son remotos, pese a intentar declarar emergencia económica fundamentada en ese presunto y posible cambio. Cada mes se aplaza la llegada del fenómeno. Cuando hace unos meses esperábamos el inicio en junio, entrados en julio, con algunas precipitaciones atípicas, ya se traslada el posible efecto al primer semestre del año.

 

Cali, contrariamente, es una isla verde frente al tema. Los dos largos años de pandemia habían descontaminado el aire, de paso, enverdeciendo la arborización urbana. La ciudad luce un acentuado verdor recalcando su belleza. Las centenarias ceibas, caracolíes y robles han despojado sus viejas hojas luciendo nuevos trajes con frondosidad y majestuosidad. Los guaduales moldean catedrales naturales en su interior. Ha resplandecido la florescencia de los tulipanes africanos y acacias con flores de rojos carmesí, guayacanes vestidos de rosado y amarillo, gualandayes de purpura sacramental, cámbulos de traje color naranja, contrastando con el verde intenso del tradicional pasto trenza en separados viales y algunos antejardines.

 

Los bellos higuerones aferrados con sus protuberantes raíces, abrazando la tierra en señal de agradecimiento por ser otra pieza del bello patrimonio natural. La suave brisa vespertina estimulando el aroma tropical de cadmios y jazmines perfumando el ambiente, mientras ardillas y guatines juguetean a su alrededor. La infinita variedad de palmas abanicadas por la suave brisa vespertina enmarcando el más bello telón de fondo; los imponentes riscos de los Farallones de Cali.

 

Los cerros tutelares y las cuencas hidrográficas de los siete ríos que bañan la ciudad son hoy un espectáculo de cientos de intentos de reforestación, los cuales gracias al benévolo clima que nos ha acompañado por cuatro años ha permitido el robustecimiento de la flora, arbustos y árboles plantados con esmero, convertidos en envidiables bosques urbanos.

 

Las altas temperaturas presagiadas son amortiguadas por el reverdecer de parques, zonas verdes, y la generosidad de espacios entre las congestionadas vías. Es el momento de apreciar lo que tenemos y defender el patrimonio natural, con el cual hemos sido bendecidos.

 

https://guillermoulloatenorio.blogspot.com/2015/06/como-mejorar-las-altas-temperaturas-de.html

 

Es un renacer, una percepción, una aventura sensorial, que a manera del antiguo arte japonés de shinrin-yoku, de baños de bosque, reivindicatorio con la naturaleza, invita a la contemplación de nuestra bella ciudad rescatando con visión de tranquilidad y serenidad lo que el agite del diario vivir nos enceguece de disfrutar belleza sin igual.

 

Protejamos este reverdecer que la naturaleza nos brinda. Cuidemos cada árbol, cada arbusto, cada flor. El paraíso de ciudad en la que vivimos es una verdadera obra de arte.


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