Autoridades ambientales en jaque
En la cascada de decretos ley, resultante de
las facultades extraordinarias que el mecanismo de “fast track” otorgó al
Presidente, en virtud del Acuerdo final de La Habana y que constituyen el significativo
cambio constitucional, se encuentra uno de profundo impacto a la actual
estructura de autoridades ambientales y sector agropecuario nacional.
El decreto 820 del 25 de Mayo, por el cual se
establece el Pago por Servicios Ambientales (PSA) y otros incentivos a la conservación, con
cargo al erario, aparentemente inofensivo, promocionado para frenar la
deforestación y proteger los ecosistemas que actualmente se usan para la
siembra de cultivos ilícitos, es de mayor alcance.
Se busca, en principio, vincular a las
comunidades residentes de las cuencas, especialmente en zonas de páramo y
nacimiento de ríos, reconociendo a su labor de guardabosques incentivos
económicos familiares.
Las comunidades y organizaciones campesinas e
indígenas, no solamente serán beneficiarias de los incentivos económicos, sino
que participaran con carácter decisorio a quien cobrar por el uso del recurso
natural, función que se sobrepone e interfiere la actual competencia de las
corporaciones regionales (CAR).
No obstante las buenas intenciones del
decreto, en su articulado dejan entrever el armazón y consolidación como pieza
fundamental del gran rompecabezas que una vez armado, se convertirá en
transcendental reforma agraria integral planteada en el Acuerdo final de La
Habana, fracasado modelo de desarrollo económico agrario en los países donde se
ha intentado. Sin buscar mejorar la eficiencia y competitividad en la
explotación agropecuaria e industrial del país no es nada diferente que la
entrega paulatina del territorio, mediante el fortalecimiento de las
comunidades y organizaciones campesinas e indígenas.
En anterior artículo, comenté sobre los
verdaderos terratenientes del país. En el expuse que las comunidades indígenas se
les ha entregado 34 millones de hectáreas, equivalente al 30% del territorio
nacional. A las comunidades afro descendientes, 4.7 millones de hectáreas y las
zonas de reserva campesina disfrutan de 2. 3
millones de hectáreas escrituradas.
http://guillermoulloatenorio.blogspot.com.co/2017/02/los-verdaderos-terratenientes-de.html
En estas 41 millones de hectáreas, aproximadamente
el 40% del territorio nacional, se encuentra buena parte de la riqueza hídrica
del país, por lo tanto, son estas comunidades las que eventualmente podrán
determinar si los beneficiarios del recurso hídrico en zonas actualmente
explotadas en actividades agropecuarios son o no aptos de recibir agua.
¿Qué sería la agricultura y ganadería sin
agua?
Es la respuesta que los gremios del sector y
el que agrupa las corporaciones regionales, hoy autoridades ambientales,
tímidamente silenciosas ante la reglamentación, deben profundizar, analizar y
pronunciarse, en defensa de los intereses de la actual estructura propietaria
de la ruralidad nacional.
Aunque el decreto tiene fundamento en el
Acuerdo de Paris, de protección al medio ambiente, es precisamente este tipo de
subsidio entregado a la población, comúnmente empleado globalmente, el que motivó
al Presidente Trump, fijar su posición diametralmente expuesta a lo acordado,
en consideración que el tema del medio ambiente se ha convertido de
incalculable costo y sanguijuela favoreciendo miles de organizaciones no
gubernamentales (ONG’s), recibiendo incalculables recursos de los estados, sin
pasar de la academia teórica investigativa a una verdadera acción de protección
ambiental.
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