De la bolsa plástica al canasto
A partir del presente mes de Julio, los
establecimientos comerciales cobrarán por concepto de bolsas plásticas un
impuesto de $ 20 por unidad. La norma, aplicable en todo el país, busca
desincentivar su uso, protegiendo el medio ambiente de uno de los elementos de
mayor contaminación global. Con esta medida el país se une al clamor global de salvaguardia
ambiental.
Indudablemente, las bolsas plásticas, una
solución práctica e ideal para empacar productos, tienen características de
baja degradabilidad extendiendo su vida útil a cientos de años.
El plástico hace que los rellenos sanitarios
se vuelven lentos en su proceso de descomposición, pero quizás el más nocivo
efecto, es su indiscriminado descarte. Termina arrojado a los sumideros o
canales de aguas lluvias causando emergencias sanitarias e inundaciones,
eventualmente contaminando ríos y el mar, donde la fauna silvestre y marina las
confunden por alimento muriendo asfixiados.
La sustitución de la bolsa plástica aun no
es clara.
Algunas entidades ambientalistas consideran
que las bolsas reutilizables de algodón o en su defecto las bolsas de papel
generan mayor impacto en la huella de carbón utilizando cantidades de agua,
energía y emisión de CO2 que superan el proceso de producción de la bolsa de
plástico.
Afortunadamente en Colombia, las grandes
superficies vienen analizando la problemática desde hace varios años, generando
un sinnúmero de soluciones, concientizando sus clientes en usos racionales.
Algunas cadenas y tiendas de barrio, sencillamente no hacen uso de la bolsa
plástica y sus clientes se han acostumbrado a llevar los productos en cajas de
cartón o bolsas reutilizables.
En los pequeños pueblos de la región andina,
por siglos, y de grata recordación, se han usado canastos de mimbre, bejuco,
junco, palmas y otros materiales naturales. La cestería, aquel oficio artesanal
que se remonta miles de años a las antiguas poblaciones del rio Nilo, volverá a
florecer ante la demanda que se crea con la eliminación del uso de la bolsa
plástica.
Volveremos a ver, como en antaño, llegar a
los supermercados, como lo hicieron nuestros antepasados a la plaza de mercado,
con canastos de diferentes tamaños, recubiertos en su interior con telas e
inclusive plástico, llevando los productos en forma más ordenada y
ambientalmente más amigable.
Dejaran de ser cestos artesanales de venta en
mercados turísticos para decoración, convirtiéndose en solución ideal y práctica
de uso común. Indudablemente en esta ocasión, no es un retroceso, sino por el
contrario, un bello legado de viejas costumbres que retoman el presente para
afrontar el mundo que nuestro afán contaminante, modernista y egoísta trajo.
Bella oportunidad para retornar del uso de la
bolsa plástica al canasto.
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